Todos en el
pueblo sabían quién era Tomas Albarenque, sabían que era un hombre rudo y de
pocas palabras. También sabían que era viudo y que no tenía hijos y que solía emborracharse los viernes por la tarde
en la taberna del centro.
Los
campesinos admiraban su pulcritud e intelecto por eso acudían a él tanto por
concejos existenciales como por maniobras para arreglar la mesada de la cocina.
Tomas rondaba los sesenta años y su físico lucia demasiado desmejorado para su
edad. Pese a las recomendaciones de su médico solía involucrarse en peleas callejeras o delitos menores que
perjudicaban su ritmo cardíaco.
Los niños lo respetaban
por su destreza con los naipes y los adultos por su facilidad de palabra. Tomas
solía sentarse en la plaza a dar charlas abiertas sobre el Taoísmo, las reglas milenarias del oriente o la formación
de Gimnasia Esgrima de la Plata
en el campeonato del ´55. Siempre acompañado de una botella de vino y de su perro,
Poe. Poe era un lazarillo callejero que hacía caso omiso a todas las palabras
de su dueño excepto a “die” donde el
can al escucharla automáticamente sobreactuaba una muerte repentina.
-
Si
pudieras vender tus sueños ¿lo harías? – preguntó al niño, de no más de ocho
años, que lloraba en la vereda.
-
El jovencito
rápidamente afirmó con la cabeza mientras secaba las lágrimas con la manga de
su camisa.
-
Toma
entonces esta moneda y ve a comprar aquella chapita que tus padres te han negado. Pero recuerda que por la noche ninguna
imagen te visitara. Ya no tendrás sueños. Tus sueños serán míos como tuya será
aquella chapita. ¿Tenemos un trato?
El
niño abrió sus ojos pero no se animó a tomar la moneda de entre las manos del filósofo
callejero.
-
Piensa
pequeño ¿Existe el mundo si no lo vemos? – dijo recurriendo a filosofía barata de revista
del corazón. ¿Existen los sueños sino los soñamos?- Con un breve movimiento la
moneda desapareció de la palma y apareció entre sus dedos -¿Quieres aun tomar
esta moneda, niño? ¿Dicen que soñar por
las noches es lo que evita que nos volvamos locos? Yo hace mucho tiempo que ya
no sueño.
El niño no tardó en correr a su
casa.
La oscuridad
de la noche era compensada por la inesperada alta, demasiado alta temperatura.
Serio, sin sonreír. Entró a la
Taberna de Don Ernesto y ubicado en su ya habitual lugar al
borde de la barra. Pidió dos cervezas.
- Esos efímeros momentos espontáneos.
– Dijo al hombre detrás del mostrador- Aquellos que parecen perfectamente
planeados ya que son inmejorables. ¿La vida son aquellos pequeños trocitos de
felicidad divididos en anaqueles de normalidad? ¿Quiere la felicidad? Pues, ve
buscala en los recuerdos efímeros, en aquellas exageraciones y vanidades que
nunca existieron, y entonces pregúntese ¿Por que las creamos en primer lugar?,
pues claro, simple, son estas ilusiones las que dan vida a lo que nunca fue.
¿Lo ve?
-
Son
doce pesos, eso veo.
-
Los
recuerdos no existen, nunca existieron ¿No lo ves?
-
Son
doce pesos – Repitió haciendo gala de su habilidad para limpiar la barra.
-
Sírvase.
– Musitó mientras le estrechaba la mano al mozo – Hoy Raúl, le voy a pagar con
palabras, le diré algo que le servirá mucho más que los doce pesos que le
adeudo. Le aconsejaré y solucionaré cierta parte de su existencia. ¿Acepta?
-
No,
dame la guita Tomas.
-
No,
no te doy nada.
-
Tomas,
si no me das la gui….
-
Yo
se – balbució hermético y evasivo - en
que avenida converge su soledad.
-
En
la avenida de la puta que te parió converge. Ahí.
-
Se
porque, no visita a su madre en el asilo y por que su señora escapó del pueblo.
Se que….
-
¿Que
mierda sabes vos? Mira como estas vestido, todos se te cagan de risa en el
pueblo. Sos un viejo zaparrastroso.
-
¿Viejo
zaparrastroso., yo? A mi la gente se me acerca a escucharme hablar, vienen por consejos, para saber cosas.
-
Se
te cagan de risa. Eso hacen.
-
¿Vos
sabes quien era el centrofobal de Gimnasia en el metropolitano del 56? O ¿Quien era Antonio De Mare? ¿eh sabes? No, seguro que no, por que
no sabes un carajo. ¿Ni debes saber quien era Groucho Marx?
-
No…
Me importa un carajo Graucho o Graucha. Y
si los cagaba a goles a todos, me importa un carajo también. – Amenazó mientras
se arremangaba la camisa -Dame la guita por que te voy a cagar a trompadas.
-
No,
no te doy nada.
-
Ándate
a la mierda. Volá de aca. Y haceme el
favor y métete las palabras y a Graucho y a Graucha en el culo.
-
¿Sabes
que? Se también por que tu mujer te engañaba con…..
En una
infinitesimal fracción de segundo y sin incurrir en analogías forzadas ni en
complejos argumentos, Raúl le aplicó un
cross de derecha que impacto sin escalas previas en la mandíbula del filósofo. A
partir de aquel día Tomas Albarrenque ya no se emborrachó los viernes por la
tarde, ni dio concejos a desconocidos. Tampoco volvió a querer pagar con
palabras baratas.
Por Germán Rodriguez.
Por Germán Rodriguez.
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