Desde que se fue, todos los días intento dejar de amarla, como si olvidarla fuese una
especie de ejercicio que solo con la práctica se hará posible. Dejar de
pensarla, arrancarla de mi piel. Sé que sucederá, lo sé, tan solo quiero acelerar el proceso. Odio los
procesos. Son tan… aburridos. Nada es claro durante el proceso. ¿La queremos?
¿No la queremos? Todo es parte de lo mismo. Es algo necesario. El sufrimiento
es obligatorio cuando se amó. No puedo negar eso. Ni a ella tampoco. Quizás
negar sea parte del proceso también. Lo estoy haciendo o al menos creo que lo
hago. Estoy perdido. No sé en qué parte estoy realmente ¿la quiero? ¿O no la
quiero? Es confuso. ¿Es esa la pregunta? No lo sé. Estoy perdido de nuevo.
Por Germán Rodriguez.
lunes, 24 de septiembre de 2018
jueves, 13 de septiembre de 2018
Los ojos más lindos del mundo
Levantó la mirada y no la pude
olvidar jamás. Casi tres años después la volví a ver y se lo dije. Ella sonrió.
Le conté la historia y volvió a sonreír. Los ojos más lindos del mundo. Ella
seguía ahí, con sus artesanías, sus pequeños boteros y sus aros de pluma. La
ciudad amurallada no sería lo mismo sino estuviese ahí, al menos, no para mí.
Sus amigas se reían. Ella posaba y les contaba como no la pude olvidar.Tenía razón, no lo hice y tampoco podría hacerlo.
Por Germán Rodriguez.
domingo, 9 de septiembre de 2018
Amalo si lo hiciste
- - Jamás quise llegar a este momento
– dijo con algo de nostalgia en sus palabras. En ese instante supe que había
venido a despedirse, que el juego había terminado.
- Bueno,
supongo que así son los finales. Tristes. Todos bastantes parecidos. Solo
quiero que sepas que has sido importante para mí y cada tanto sigo leyendo la última
carta que me escribiste o acariciando la foto que me regalaste aquel día en el
parque. Porque aunque todos los finales sean más o menos iguales, los principios
no lo son. Y nosotros sí que tuvimos un buen comienzo. El mejor de todos. Me
quedo con eso y con el dolor de una historia incompleta. Tú puedes quedarte con
el libro. El final no es tan triste como el nuestro.
Sus ojos se
llenaron de lágrimas. Esto no era un cuento. Era la realidad. Los cuentos eran más
divertidos, al menos para el que los escribe. Su última mirada creo que la
recordare por siempre. Fue lo más real de toda nuestra relación.
Tomó el libro y se fue junto a
Murakami. Jamás volvería a leer algo de ese tipo, pensé. Ahora necesitaba algo
más fuerte que una cerveza. Algo más fuerte que todas las cervezas juntas del
mundo. Me fui al bar de la esquina, la soledad no iba ayudarme. El mozo ya me
conocía. No le agradaba demasiado. En cierto punto, no le agradaba demasiado al
resto de las personas tampoco. Pedí un whisky. Odiaba el whisky. Me lastimaba
la garganta. Ya había sufrido demasiado esa noche.
sábado, 1 de septiembre de 2018
Taganga, capital de la prostitución infantil.
Hoy me detuvo la policía, algo bastante usual en mi estadía
en Colombia, pero esta vez fue diferente y quiero trascribir el dialogo:
-
Disculpe señor, estamos haciendo una campaña
para concientizar a la gente sobre la explotación sexual infantil en la costa.
Si usted sabe o conoce de algún delito de esta clase, este es el número (114)
al cual debe llamar para denunciar. – dijo mientras señalaba un banner y la
fotógrafa aprovechaba ese momento para sacar unas fotos del policía
adoctrinando al gringo.
-
Claro que sé dónde se comente ese delito, todos
en Taganga lo saben. – contesté.
-
Quizás a usted porque usted es turista, le llega
esa información y a nosotros no. – se apuró en contestar intentando disuadirme.
-
Es allá – lo interrumpí señalando con la cabeza
el lugar donde todos conoce que sucede ese aberrante delito, donde se
prostituye a niñas menores de edad, se las droga, se las vende y nadie hace
nada. Y pareciera que son solamente una atracción turística mas del lugar – y usted lo sabe.
Su mirada de desconcierto me
alegró el día.
-
Usted lo sabe – volví a repetir - ¿Así esta bien la denuncia o tengo que llamar al 114?
-
Gracias por su tiempo – me cortó en seco.
Lo miré y esbocé una sonrisa. Él bajó la
mirada y se fue. Al fin y al cabo, qué más se puede esperar de un policía.
-
No, gracias por el suyo.
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