martes, 20 de febrero de 2018

Hasta que el sol no caiga jamás

Recuerdo que todo sucedió en un lugar alejado. Era carnaval y la alegría inundaba las calles. El cielo se lucia perfectamente celeste y el sol brillaba como si estuviese a punto de desaparecer para siempre.  Su mano apoyada en mi pecho asemejaba todo  a la perfección. Te daré una oportunidad más, dijo y me abrazó riendo. Nuestro mundo estaba hecho de oportunidades desperdiciadas, de caminos incorrectos. Caminamos por la arena blanca, mojando apenas nuestros pies en el agua. Ese momento fue, por así decirlo, infinito. Todo era tenue, como una imagen sin color. El muelle se podía ver a lo lejos y los niños corrían hacia él.   Un hombre vendiendo gorros paso a nuestro lado y nos señaló sonriendo. - ¿Que estamos esperando?,  pensé en ese instante y nada vino a mi mente. Éramos un salto al vacío y los saltos que no damos son lo que recordaremos el resto de nuestras vidas. Por eso te recuerdo y te escribo para decirte que te quiero, por todas las razones equivocadas del mundo, te quiero, como a la lluvia de carnaval, te quiero como  todos los sueños rotos del universo, como a un sol, que en mi corazón no caerá jamás.

Por German Rodriguez.










martes, 13 de febrero de 2018

Desde que te amo

 Desde que te amo, mis sentimientos susurran como un secreto que no le podría contar a nadie. En mi cabeza, hay muchas voces y todas gritan tu nombre. Mis ojos ya no ven, ni miran igual. No creo que puedas comprenderlo porque tampoco creo que haya palabras para explicarlo. Soy consciente de eso. Esto es solo un intento. Mi duelo coincide con mi sonrisa y la gente parece no verlo. Me has cautivado por que no encajas en mis ecuaciones, porque somos perfectamente opuestos. Porque te amo como una mirada, como una respuesta sincera, como un amanecer nublado. ¿Hacia dónde crees que vamos? Desde que te amo deseo encerrarte en un sueño para poder dormir contigo cada noche, para aprisionar tu piel en mi recuerdo. Para no dejarte escapar. Porque tu recuerdo es todo lo que tengo y espero que el olvido no llegue jamás, mi amor.  Nada de todo esto está bien, créelo. Ni siquiera debería escribirlo. Me estoy volviendo loca. Solo me siento a salvo junto a ti. Perdóname, siete años es mucho tiempo. Caminarè toda mi vida hacia ti, aun sabiendo que jamás podré alcanzarte, que nuestros caminos no se cruzaran nunca. Solo para sentirte a mi lado y así esquivar al olvido una vez más.  

Por German Rodriguez.




martes, 6 de febrero de 2018

¿Y tú aun la recuerdas?

Guau, creo que he pensado esa respuesta todos los días desde que sucedió y aun no la encuentro. Realmente no lo tengo claro. Mis ojos golpeaban el suelo y los suyos, capaces de abrir las puertas de cualquier paraíso, observaban el vacío como si fueran parte de él.  Mi cabeza parecía no estar en su lugar. Ella saltó sobre los escalones de la escalera de chapa que daba a la calle y asomó sus cabellos al vacío. El viento jugaba con sus rulos. Parecía no tener miedo a nada. Ni a la oscuridad, ni al precipicio. Yo no supe que hacer, solté algunas palabras equivocadas y ella dijo “Tengo miedo de perderte, de no decir adiós a tiempo” sonriendo con sus labios. Jamás lo olvidare. Su voz, endeble, parecía al borde de apagarse para siempre. Como si aquellas palabras le arrebatarían la vida. Mi boca se secó y mis ojos se llenaron de lágrimas pero, ambos sabíamos que nos habíamos perdido tan lentamente que nuestra esencia ya no existía y no había nada porque pelear. Que algunas batallas es mejor no lucharlas. Ya no éramos los jóvenes soñadores que nos habíamos enamorado. Todo sucedió tan calmo. Tan en paz. ¿Y sabes que aprendí de ese día? Que la oscuridad se trasforma, o te come hasta que solo queda ella, hasta que ya no queda nada de ti. Entonces saltó, sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Sin que importase. Saltó como todos deberíamos hacerlo algún día. En ese momento algo murió en mí de manera instantánea. Los pianos siguen sonando en mi cabeza ¿Sabes? Creo que jamás dejaran de hacerlo. Aún hoy, tanto tiempo después, pienso que no había nada que decir realmente, que cualquier palabra hubiese sido la equivocada. Y aunque ahora apenas conservo un vago recuerdo de ella, que nada es tan nítido como solía serlo, ni su nariz, ni su piel, suelo hablar de ella todos los días, de lo bien que se sentía estar entre sus brazos. De que algunas batallas se ganan solo saltando.

Por German Rodriguez.