miércoles, 21 de diciembre de 2016

Fin

Fue un excedente de tristeza, un antecedente. En un segundo todo se destruyo. Nos suicidamos en un instante. Me niego a razonarlo pero tengo bien claro que evitar los sentimientos no los hace desaparecer. El borde sigue estando ahí. Las fórmulas mágicas ya no sirven en el extremo. Las decisiones siempre son oscuras al caer. Sobre aquel borde quisiera escribir hoy. Sobre el risco de los sentimientos que nos aturde y nubla nuestra percepción. Pero francamente no creo que pueda hacerlo ahora. Lo siento, escribí esta carta en un momento de debilidad. Ella era mi debilidad y de alguna manera se marchó y la poesía se fue con ella. La dejé marchar. Debía hacerlo. Éramos ángeles y los ángeles no se supone que se enamoren.

Por Germán Rodriguez




jueves, 15 de diciembre de 2016

Revolucion

Mientras Fidel fuma su último habano, esta vez las balsas se llenan y estrellan en el Mediterráneo. La gente ya no  huye del comunismo. Ni busca la última oferta en las playas Miami. Allá las bombas caen al zon capitalistas, empresarial y satírico de la libertad y la democracia. Ellos corren por su vida. Esas vidas ciegas que no saldrán en los titulares, ni en los noticieros. Que no ameritan. No suman. No restan. No cuentan. Por qué los continentes se segregan y el hombre no es el mismo en ningún lugar. Sus derechos cambian dependiendo del suelo y el precio sigue siendo el mismo.
Mientras tanto la alienación genera la opresión de los sin futuro, de los mudos y  sordos del sistema que no comulgan las palabras del capital. Los tontos de la revolución para los cuales el crudo no es más que un filete sin cocinar.  Esa misma revolución agrietada por el tiempo que duerme en un letargo infinito esperando que alguna generación de valientes la sepa despertar esgrimiendo los ideales de los que no pudieron ser. Levantando la bandera de a los que la historia juzgo mal y lo seguirá haciendo.

Por qué no hay mejor perdedor que un revolucionario.


miércoles, 7 de diciembre de 2016

En la oscuridad

En la oscuridad, dejo de estar en una habitación  mugrosa y de ser un ser despreciable. En la oscuridad estoy a gusto y soy un bukowsky lleno de mierda. Borracho y golpeador. Ella me abraza y se  esconde de mí mismo. Me viola y me hace el amor contra la cómoda. Rompe espejos y le grita a la gente por la ventana. Con ella cambio. Trasciendo.  Muto.  En un monstruo. En mí mismo.  En esa persona que detesto y no logro tolerar. Hoy brindo por ella como ayer, y como lo haré mañana también.  Con vino barato y con un cigarrillo que me obligo a fumar, escupiendo al universo y escribiendo mierda que ojala nunca nadie lea.

Por German Rodriguez

lunes, 21 de noviembre de 2016

Brujería (microrelato)

El brujo  predijo que en su vida solo iba a contar historias que no sucedieron, que viviría de logros jamás logrados y de sentimientos adormecidos que no sentiría. Le dijo que seria normal.

Por Germán Rodriguez


jueves, 17 de noviembre de 2016

martes, 8 de noviembre de 2016

Sobre viajar

Allá afuera, lejos de tu zona de confort y de la burbuja social que te acorrala, te encuentras con más que montañas y lagos, playas y mares. Allá fuera se agudizan los sentires y las agallas. Te redescubres macabro y solitario agrietado por el tiempo. Te reencuentras con lo que solo habitaba en tu cabeza y abrazas a las personas que solo amaste en sueños. Las tradiciones te invaden ineludibles y certeras. Por un momento, olvidas quien eras para transmutarse en un extraño, en un forastero. Desconoces tu nombre porque fuiste Cholo, Güero, Parcero, Gringo y Carnal. Sembraste arroz en la altura, cargaste bultos tan pesados que meses atrás hubiesen roto tu espalda, dormiste en la nada y pescaste en los lagos más bellos del mundo. Te emborrachaste en Guanajuato, fuiste preso en Bogotá, festejaste el día de los muertos en el Zócalo y te perdiste por las calles de Cali. El golpe cultural te cambió, absorbió una parte importante de tu corazón. Te pisotearon, maltrataron y no te importó. Escupieron sobre tus valores y solo lograron arraigarlos más. Y aun cuando cierras los ojos, recuerdas las interminables partidas de ajedrez en Cusco, los atardeceres de la Rivera Nayarit y el fútbol callejero del DF. Conociste a las personas más asombrosas del mundo y la bondad se resignificó en tu diccionario gracias a ellos. Aprendiste a decir 'te amo' en danés y a insultar en francés. Descubriste un universo nuevo de sabores y sensaciones. Con el paso del tiempo caíste en cuenta de que no viajaste. Viviste en movimiento. Diste un giro copernicano y te conciliaste contigo mismo.

Por Germán Rodriguez



viernes, 28 de octubre de 2016

Malaria (microrelato)

El día que la encontré me di cuenta que la vida era tan solo un alboroto de malas decisiones, de caminos errados, de golpes sin acertar y que entre toda esa malaria estaba ella: la muerte.


sábado, 22 de octubre de 2016

Cimas III

¿Existe el karma en el amor? ¿Habrá justicia en los corazones de los desventurados?
¿Por qué es tan irreal la mentira del olvido?
Motivemos al amor, al abrazo sin  motivo. Creámonos únicos, puros e irracionales. Fracturemos nuestro corazón una y mil veces, hasta que ya no importe por qué lo rompimos por primera vez.
Que todo amor sea el primero y que cada despedida la última.
Seamos inmunes a la tristeza y voluntariosos en la felicidad.
En cada esquina, a través de cada mirada, una historia no se cumple, un amor no se completa. ¿Por qué el destino se empecina en encaminarnos una y otra vez en dirección contraria?
En la que siempre tomaremos la decisión equivocada y elegiremos errados vez tras vez.
Busquemos argumentos donde no los haya. Racionalicemos lo imposible para creernos cuerdos.
Aquellos pactos que hemos firmado, esas condenas a las que fuimos sentenciados sin siquiera saberlo. La eterna tristeza del efímero recuerdo.
Emborrachemos de vino nuestro corazón y alimentemos de deseo nuestra alma. Aventurémonos en empresas imposibles, en tratos incumplibles, en amores incomprensibles.  
Enfrentémonos a la tiranía de la normalidad sabiéndonos perdedores.
Seamos inocentes en todos nuestros delitos. Creámonos victimarios de nuestros  propios victimarios. Inquebrantables despedazados en mil partes.
Qué elocuencia la del abandono, la de la soledad.
¿Con cuántas historias tropezaremos antes de descubrir la verdadera? ¿Existirá, acaso, la historia que nos haga completamente dichosos?

Pensemos al amor tan sólo como una sucesión de reemplazos. El intento de cambio constante de sentires, comprendiendo imposible  de romper las cadenas de lo ausente.


domingo, 16 de octubre de 2016

Gallina

Lo vió entrar al bar con un saco que le quedaba horrible.
-          Pero que facha, eh! - Se apuró a decir – Te queda pintado el saco ese.
-          Ándate a la reputisima madre que te parió -  retrucó velozmente “El ancho”
Guzmán. – Dale Gallina, contame por que tanto apuro.
-          Lo que pasa es que yo no sirvo para estar casado, eso pasa. No sirvo para eso. Es así. Mira que me levantó, me miró al espejo y digo “dale gallina, hace un esfuercito”, pero no, no hay caso. No sirvo. Es hora de admitirlo.
-          ¿Para esa pelotudes me hiciste venir?
-          No sirvo, yo lo se, vos lo sabes. No sirvo, pero como se lo digo a la flaca. ¿Qué  le digo? “Mira Inés, no sos vos soy yo” o alguna boludes así. No, la flaca, me mata, literalmente me mata. Y no te exagero, me mata, te lo juro por los nenes, que me mata, saca el chumbo del viejo que tiene guardado en el placard y me mete dos balazos.
-    Yo no puedo creer que me haces venir para estas gansadas, por favor….
- Es que es así, negro, es así. No sirvo. Ya se que me vas a decir que la familia, que los nietos y que la puta que te parió. No sirvo, negro es así. Llanito es.
 - Mira gallina, no se si…
-   Mira no.  Ya me convencí y vos negro me tenes que ayudar con esto.
-   ¿Ayudar? ¿Ayudar con que?
- La tenemos que matar a la Inés. Ya se que suena un poco drástico, pero le di vuelta al asunto. No creas que no le di vuelta. Pero no, no hay otra, créeme que no hay. Si no la matamos, la tenemos que mandar a Haití o alguno de esos países de la loma del culo. Y los dos sabemos que no tengo plata para eso. Apenas tengo guita para un buen vinito y para alquilar algo en el videoclub ese de la vuelta de casa que es una mierda y que encima las películas se ven todas para el orto. Ni una rebobinada te dan. Ni una.
-  Gallin….
- Es fácil. La verdad que la pensé bien, así que no podemos fallar. Mira, ella no tiene a nadie. Pero a nadie enserio. Solo yo y los nenes. Ya empezando por ahí, nadie la reclamaría. Pensá, ¿Quien la va a extrañar? Seamos honesto es una hija de puta. ¿Te acordas la vez que escupió a tu nene cuando la pisó? Una hija de puta. No me podes decir que no.
- Y, pero…
-  Pero nada, una hija de puta. ¿Vos sabias porque yo no iba a jugar al fútbol con usted? No, no era  por que laburaba. Si no laburaba a esa hora.  Era mentira. No iba por que no me dejaba la muy turra. No me dejaba. Ella me hacia mentir. Entendes, lo serio del asunto. No me dejaba. No me dejaba ir.
-  Así que no te dejaba…
- No me dejaba. Así nomás. Me decía no y no. No había con que darle.
- Es tu mujer, vos…
- Te digo más, te acordas que no fui al bautismo de tu hijo. Bueno, no era porque estaba enfermo. Lo que paso, te digo, es que ella decía que tu señora era una trepadora. Que se embarazó a propósito para vivirte y ella no iba a ir al bautismo de un guacho. Guacho le decía a tu hijo. Así le decía ella.
- Que hija de puta.
- Si, una hija de puta. Viste por eso la tenemos que matar. Estuve averiguando y Javier me consigue una pistola. Una 37 creo o algo así. La agarramos cuando llega de trabajar que a esa hora no hay nadie levantado en el barrio ¿Quien esta levantado a las cinco de la mañana? Entonces, ahí la agarramos. Bueno, en realidad, la agarras vos, por que si yo no estoy en casa la policía va a sospechar.
-  ¿Yo?
-  Y si, no queda otra. Mira que lo pensé. Pero si lo hago yo, me van a caer enseguida. Pensá, es la lógica, el marido cornudo que en sed de venganza acribilla a su mujer. No viejo, esa película ya la vi.
- ¿Cornudo?
- ¿Que te parece? No puede fallar.
- ¿Vos estas loco, Gallina? Déjate de joder, mira que...
- Es que es así, viejo. Me canse. No, no señor, no. No voy a ser súbdito de esa bruja toda la vida. No, no va a pasar eso, no viejo, no.  Ya hablé con Javier y a la noche te lleva la pistola a tu casa.
- ¿Que?  Yo no…
- No te preocupes, ya esta todo arreglado. Ni un peso tenes que poner. El numero esta limado y todo.
- Mira, Mario no…
- Ya se que me vas a decir que estoy loco, que la deje y toda esa sarta de bolucedes. Pero escuchame, escuchame un poquito. Ya la pensé, la pensé enserio, y no. No queda otra sino la matamos, ella nos va a matar a nosotros.  Vos te debes preguntar ¿Cómo? ¿Por que me va a matar a mí? Pero si, somos boleta, negro. Nos va a liquidar a los dos sino hacemos algo antes. Sabe que en mi despedida de soltero fuiste vos el que me obligó a acostarme con el travestí. Lo sabe. No se como. La verdad nose, pero lo sabe. Me lo dijo el otro día. Sabe que fuiste vos.
 - Eso fue hace 20 años y yo no te obligue, vos fuis...
- Sabe que me obligaste. No hay con que darle. Sos boleta vos también. Hay que liquidarla.
- No Mario, no...
- Mira… Me esta sonando el celular. Es ella. Ella es.
- Atendé pelotudo, dale.
- No. No la atiendo nada. Basta. Basta de dominación, viejo. Basta de subordinación. Basta. Se termino. Yo no atiendo nada… Hola. Hola, mi amor. ¿Vos? ¿Como estas?.. Bien, yo bien. Yendo a Casa. Si, Si fui. Si, iba a ir tambien pero se me hizo tarde, si. Si, mi amor. Si. Te veo a la noche. Yo también te amo. Te amo. Yo también te extraño. Si mi amor ya voy. Chau.
- Gall…
- Me tengo que ir, Negro. Viste como es. Pero la seguimos. Un día de estos la seguimos. Chau negro, nos vemos.

Dijo mientras apoyaba unos pesos en la mesa y se alejaba por la puerta que daba a la calle Alsina.





sábado, 8 de octubre de 2016

Cimas II

¿Recuerdas las estrellas desde la arena? Tu cuerpo derrotado esperando por mí. Distante en la vida. Tumbada sobre la nada con miedo a la desilusión. Rehén de tu propia aventura. ¿Aún lo recuerdas? Yo lamentablemente creo que lo he olvidado. Dudo de su existencia. Ya no recuerdo tus labios sobre los míos o tu pelvis golpeado ferozmente la mía. Han desaparecido de mi memoria, el oleaje y las estrellas. No recuerdo el calor, ni tus senos. Ni tu mirada perdida percatándote de lo incorrecto.
En mi cabeza, por las noches y en los sueños también, nuestra dialéctica corporal se desconoce, se desentiende. Nuestro espacio-tiempo se pierde ínfimo en la nada.  Los recuerdos son tan confusos que la realidad colapsa ante la ficción. Con una sola mirada nos desconocemos, cada uno sigue su camino hacia una vida sin destino. Sin nosotros. Nadie se detiene en aquella esquina en la que nos conocíamos. Ni miraran el amanecer desde aquel muelle. Pero hay algo que realmente me consuela. Que, tal vez, tú no pases por estos martirios, ya que, quizás,  aún recuerdas ese día en la playa y todavía atesoras mi torso desnudo acorralándote junto a las estrellas y tus cabellos cayendo sobre mi rostro. Quizás recuerdes que esa noche fuimos mucho más de lo que deberíamos haber sido.

Pero si  ya lo has olvidado como yo, creo que deberíamos acordarnos juntos. Al menos solo una vez más. 


Por Germán Rodriguez

lunes, 3 de octubre de 2016

Cimas

Cimas son capítulos breves incluidos es mis primeras dos novelas. Son sentimientos dibujados. Imágenes rotas de personajes averiados. 

Fuimos un paréntesis que no se ha cerrado y que tal vez nunca lo haga. Fuimos una pausa en la historia. En la nuestra. En el mundo.
Somos una sucesión de recuerdos que creamos a propósito para olvidarnos de nosotros mismos. Quienes somos. Quienes fuimos.
Seremos lo que nunca seremos, ese pedacito de amor que se extendió hacia la nada. Esa nada. Abrasiva. Oscura.

Pero al menos hemos sido un respiro para nosotros mismos de nosotros mismos. Un destino solapado disfrazado de otra cosa, de calavera mexicana o de brujo Waka. Que nos dijo lo que no debíamos ser. Sin interferencias, sin interrupciones.

Los años nos han quitado mucho más que juventudes desperdiciadas. Nos han sacado lo más vital de todo. Nos arrancaron los momentos y nos dieron las palabras. Para recordarnos. Como no éramos. Como nos hubiese gustado ser.


A pesar de todo lo que me arrebataron, de algo estoy muy seguro: Que fuimos un paréntesis. Que nos salvamos para perdernos. Que nos perdimos para encontrarnos.


Por German Rodriguez.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Espejos

Él era yo, y no lo digo solo de manera figurativa. Él era realmente yo. Se movía al verme. Observaba cada  uno de mis movimientos y simulaba una empatía de por si fingida. Acariciaba sus cabellos cuando yo lo hacía y aunque realmente no lo supiera sus pensamientos eran tan oscuros y tétricos como los míos. Había algo familiar en el o tal vez en mí. Él sabe lo que sucede pero no quiere llorar por que le avergüenza que lo vea. Sus lágrimas se derraman de forma imperceptible, aun así lo noto. Puedo sentir las gotas cayendo por mis mejillas. Yo también estoy llorando. Me mira y apoya su palma contra la mía entumeciendo brevemente los dedos. Siento que me comprende y a la vez que me detesta. Entonces levanto la cabeza y veo la tristeza en su rostro. Intento abrazarlo pero mis brazos chocan con el cristal. Él lo intenta también pero el resultado es el mismo. Me doy vuelta. Ya no quiero verle la cara a ese miserable ser. Por sobre mi hombro  veo que él me está observando, casi con deshonra y torpeza. Volteo. Le digo que lo odio y el repite algunas palabras mudas que no logro entender. Nos miramos y ensayamos otro abrazo. El resultado se repite. Apretó mi puño con cólera hasta sentir el rigor de mis propias uñas.  El imita el gesto. Estamos cara a cara, mi nariz siente el frió de la suya y mi pecho la rigidez del suyo. La sangre comienza a brotar de mis nudillos, o tal vez de los de el. Un grito de dolor inunda mi garganta. No lo escucho gritar. Al levantar la vista, ya no estaba. Había desaparecido, de cierto modo esquivó el golpe o quizás logró acertarlo antes que yo. Ya no había nadie en la sala, solo el reflejo de lo que algún día fui.





jueves, 15 de septiembre de 2016

Sensaciones

Me gustaría presentarme, pero ni siquiera recuerdo mi nombre y no se si alguna vez tuve alguno. Se que soy un hombre triste, algo melancólico y detestable.
Seguramente no me conozca o tal vez me cruce con usted en cada vereda de esta ciudad de la cual tampoco recuerdo el nombre.
Soy una esquina en una noche de desolación. Soy lo que nunca nadie quisiera ser. Un clavel marchito, muerto por falta de cuidado.
A veces pienso y me pregunto si soy una persona o una sensación.
Tal vez sea la soledad o quizás un hombre solo.
Sepa usted que tengo muchas caretas y aunque a veces parezca ser feliz, le ruego que me crea, nunca lo he sido.
- Te amo, no me odies, no me dejes ir – recuerdo gritar.
Tras esa falsa sonrisa los pesares son eternos. Manjares inalcanzables. Espíritus corrompidos una y otra vez.
 Mi intención al escribir este relato no es la de compresión, me creo incomprensible. Es tan solo un anhelo de expresión lo que me obliga a narrar estas tristes líneas.

“Ella se burlo de mi- escribí un día al llegar a mi desdeñada casa de ventanas marrones y paredes descoloridas.

“Ella se burlo de mi” volví a escribir en un mero acto de repetición.

Imaginé tantas maneras de vengarme, oh Dios mió, cuantas atroces maneras imaginé. Ninguna fue posible.

-¿Por qué?- me pregunté una y mil veces - Casi con la misma repetición de la retórica anterior.

-Por que estoy enamorado de ella - Me respondí con un abismal odio hacia mi mismo.

Encendí un cigarrillo y miré a la luna como esperando de aquella efeméride una respuesta que no llegaría.

-Estoy enamorado- repetí nuevamente.

Encendí otro cigarrillo. Volví a pensar, sin haber dejado de hacerlo en ningún momento.

Me di cuenta, tras un gran retraso de pensamientos y sentires que todo era lo mismo.

Me notaba ansioso y vulgar por que sabía que ella no estaba enamorada de mí.

Entonces, ahí fue cuando tomé el arma de debajo de mi cama y apunté a mí mismo, como pidiéndome perdón, sabiendo que no seria capaz de disparar. Sabiendo que soy lo demasiado cobarde para acometer contra mi propia vida

Aquel día me trasformé en sensación. Ella me amaba.

He escrito tanto que me siento un escritor. Créame, no lo soy.
He amado tanto que me creí  enamorado. Sepa que no lo he sido.


Pero hay una sola cosa que he hecho y me ha dado certezas de mi afán. Porque he pensado tanto que me sé un idiota.

Por German Rodriguez.


viernes, 9 de septiembre de 2016

Manuela, la chica que sueña finales

-          Sos un hijo de puta. Basura. Yo que te di todo. Mi vida, mi corazón y vos. Y vos nada. Siempre igual. No te quiero ver nunca más – vociferó Manuela mientras su codo impactaba en el pómulo derecho de Iván, su novio desde la secundaria, que dormía tranquilamente a su lado.

Ese día Iván tomó sus cosas y huyó, sin saber bien por que, hacia la casa de sus padres. El joven estudiante de ingeniería jamás supo  el motivo de aquel abrupto final. En cambio, Manuela lo tenia bien claro. Iván la había engañado y no cabían dudas el respecto.

A los pocos meses, Manuela conoció a un estudiante de abogacía, que parecía el candidato perfecto para compartir el resto de su vida. Buen mozo, sencillo y por si fuera poco, hincha de Laferrere como Manuela. Solían caminar por la costanera de la mano y el hasta  intentó, en vano, enseñarle a rebotar piedras en el oleaje.

-          Basura. Sos una porquería. Eso es lo que sos. Una porquería. Yo  te di mi vida, mi corazón y vos. Y vos te encamas con tu hermanastra. – Dijo Manuela a los gritos, mientras las lágrimas recorrían sus mejillas y su puño colisionaba en las zonas erógenas del futuro abogado que dormía sigilosamente en la esquina del sillón.

Manuela tomó su cartera y corrió despavorida a mitad de la noche hasta su departamento en la calle Libertad.  Jamás volvió a tener noticia de el.

-          ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Como pudiste? Yo te di mi corazón, mi vida y vos. Y vos nada. Nunca nada. Sos lo peor que me pasó en la vida. Una basura, eso sos. – Anunció exaltada mientras su palma abierta golpeaba contra la cara de Dante, su gato Siamés, que rápidamente utilizando sus habilidades felinas trepó al placard para evitar futuros arrebatos. 


Desde entonces, Manuela duerme sola, aunque eventualmente Dante baja del placard para hacerle compañía. 




lunes, 5 de septiembre de 2016

Aquella tarde


-          Dale, pendejo pelotudo – vociferó Mancuello mientras sostenía la caña con más perseverancia que  solidez. Y ante el silencio de su receptor, continuó.

-          Déjate de joder con las piedras, Álvaro por el amor de Dios…. La reputisima madre Álvaro, córtala.

El joven Mansilla reía ante la exasperación de su amigo. Habían aprovechado el fin de semana largo del primero de mayo, para irse a pescar a Mar chiquita, una pequeña residencia balnearia pegadita a Mar del Plata, con los compañeros del restaurante.

1951 fue un año de dualidades para el Peronismo. La unión Cívica Radical exhibía y proclamaba a Ricardo Balbin, el gran opositor del general y a Arturo Frondizi como sus candidatos presidenciales en las elecciones venideras.  Las huelgas en los ferrocarriles golpeaban fuerte las puertas del gobierno y Evita,  pese al apoyo masivo y a las ideas extravagantes del ministro del interior Ángel Borleghi, rechaza
 la propuesta política de la Confederación de los trabajadores de formar parte de la fórmula  presidencial debido a la presión militar.

-          Escuchaste lo de Evita – abrió el dialogo el gordo Titi.

-          No empieces a romper los huevos con la política, gordo, te lo pido por favor.

-          Vos dedícate a pescar boludo, que hace dos horas que estamos acá y no sacaste ni una mojarrita. – Retrucó  Titi hábilmente tomándose su zona erógena.

-           Y como voy a sacar algo, si ustedes dos se la pasan hablando pelotudeces y me espantan a los peces. - Gritó el flaco mientras sacaba la caña de entre las  escasas olas. Había cortado la línea. De nuevo. Era la quinta vez.

Mancuello era una de esas personas que pontificaba la amistad, pero  la pontificaba a las  puteadas. Recurría al lunfardo por pequeñeces. Le era sencillo homologar a la gente por sus defectos o características físicas y solía hacer gala de su gran habilidad para poner apodos. Alardeaba a las altas haber sido el primero que llamó  “El chuleta” a Don Emilio, por su debilidad hacia el bife de chorizo.

-          Es la carnada esta de mierda que me vendieron, no sirve para nada. - Exclamó de pronto – Me cagó, el viejo ese, me cagó.

-          Deja la caña Flaco, vamo´ a tomar un vino a la orilla. No debe ni haber peces acá – dijo Álvaro mientras intentaba en vano hacer rebotar una piedra contra el agua.

En la semana el veterano mozo, había hablado de su gran habilidad en el rubro de la pesca. Entonó historias de cuando  su tío lo llevaba de chico a la Laguna de los padres a largas jornadas de bote junto a su tía Susana. Sin  escasear en aforismos se proclamó el futuro de la pesca Marplatense.
Tras los fatídicos intentos de convalidar sus pergaminos, ocultó su propia vergüenza entre inescrupulosos insultos a sus dos amigos.

- Con ustedes dos no se puede venir a pescar – repetía a cada rato interrumpiendo toda conversación.

El atardecer dejaba su marca en los confines del océano atlántico  y los tres muchachos disfrutaban del brillo del sol, que pegaba sin arder en sus mejillas. Unas cinco botellas de vino Toro y otra de sidra la victoria se acumulaban vacías sobre sus pies, al borde de la desaparición física entre la arena mojada y las olas que comenzaban a anunciar el cambio de marea.

- Che, ¿qué hora es? -  preguntó  el gordo sin sacar las manos entrelazadas de atrás de la nuca.

- Ni idea, deben ser las seis y media – Intentó adivinar Mancuello sin mucho énfasis.

-          Las siete – contestó Álvaro con la botella de vino detenida junto a sus labios.

El gordo Titi intentó levantarse pero velozmente volvió a chocar contra la arena. En la escasa maniobra se pudo denotar su estado etílico. Con la mitad de la cara adornada de arena y mientras aplaudía la suciedad de sus manos, sentencio:

- El ultimo micro  pasa a las siete, sino lo agarramos cagamos.

- No pasa nada, en un rato vamos. Seguro a las ocho pasa otro. - asegurò Mancuello.

La noche comenzó a caer y la soledad de la ruta once a Mar del Plata hacía suponer que a las ocho no iba a pasar ningún micro.

-          Me parece que nos vamos a tener que quedar a dormir acá – puntualizó Álvaro.



-          ¿Pero vos estas en pedo? – resopló Mancuello con indudable cariño – Yo no duermo acá ni mamado ¿sabes la cogida que nos van a pegar? –preguntó retóricamente antes de continuar -. Vamos a hacer dedo, algún gil nos va a llevar.

Las horas pasaban y ningún coche aminoró su andar al verlos. El gordo Titi y Mancuello exhibían su dedo a los pocos automovilistas que recorrían a gran velocidad aquel camino mientras que  Álvaro se escondía tras  un viejo sauce como quien se oculta en los dogmas de una nueva religión que no termina de entender.

-          Mejor empecemos a caminar.

A paso lento y zigzagueante, veían complicarse la proeza de  que alguien los llevara. 

-          Mira ahí… - dijo el flaco mientras extendía de manera amplia y voraz su mano izquierda - hay un auto estacionado, vamos a preguntarle si va pa´ Mar del Plata.

-          Corre pendejo, no vaya a ser que se nos escape.

Las zancadas del joven Mansilla era exageradamente amplias y al llegar al Citroën 2 Cv rojo, se dio cuenta que no había nadie en su interior.

Los tres Marplatense se miraron como preguntándose qué hacer, pero sabiendo bien cuáles eran los pasos a seguir.

-          Allá hay una estancia debe ser del dueño.

-     Ya lo abrí – interrumpió Mancuello con un semblante admirable – vamos métanse que nos vamos a Mar del Plata.

El veterano desarmó hábilmente el panel y como tratándose de una película de James Bond empezó a entrecruzar los cables de contacto. El silencio de la noche se interrumpió por las risas de sus compañeros que  escuchaban putear por lo bajo al flaco.

-          ¿Qué pasa? ¿No podes? – Ironizó Álvaro mientras hacía girar sobre su dedo índice las llaves del auto.

Mostrando los dientes le arrebató las llaves de un veloz manotazo. Se irguió sobre el asiento y puso en marcha la máquina. Con la ventanilla baja y el codo señalando la oscuridad del campo comenzaron un viaje que duro mucho menos del tiempo trascurrido en sus cabezas.
Una mezcla de sensaciones los invadía. El nerviosismo y la alegría se enfrentaban a la angustia y el miedo.
Cuando comenzaron a divisar las luces de la despoblada avenida Libertad decidieron abandonar el auto en una solitaria entrada de cochera.

-          Lo dejamos acá, así lo denuncian rápido y no nos metemos en quilombos  - resopló Mancuello algo compungido mientras clavaba el freno de mano.

Se bajaron del auto mirando para todos lados. Ninguno dijo nada .  Ahora andaban con paso firme y tenaz como quien está seguro de no haber cometido ningún ilícito, hacia la casa del gordo que quedaba a unas pocas cuadras. Sabiendo que habían aprendido algo o tal vez nada.

Por German Rodriguez.



miércoles, 31 de agosto de 2016

Kafka (Segunda parte)

-          No quiero parecer pedante, ni malvado. Pero la razón de tal desventura tiene su porvenir. ¿Sabe que algunos de los versículos del evangelio fueron utilizados por la Iglesia Católica durante la inquisición  como la excusa perfecta  para implementar ciertos castigos? Por ejemplo la estirpe de órganos. ¿Y por qué no habré de castigar al hombre que le arrebató la vida a mi hija?

-           ¿Acaso no te has odiado demasiado? Me pregunté meses atrás. Buscaba minúsculas razones para echarme la culpa de la muerte de Cecilia. Hasta pensé en el suicido, me da un poco de estupor confesarlo.- A Federico se le cristalizaron los ojos y bruscamente le dio la espalda a Marcos -  ¿Sabe?  No hay palabra en el idioma español que describa la muerte de un hijo. En hebreo si se abrazaba tal concepto debido a la normalidad de tales pérdidas. ¿Pero quién podría racionalizar la muerte de un hijo? ¿Usted podría?

Federico tomó la cabeza de Marcos entre sus manos, hundiendo la faringe de sus dedos contra los pómulos - ¿Usted podría? Lo dudo… - Lo soltó y encendió otro cigarrillo que arrojó tras la primer pitada-  Imaginaba este momento como si fuera el último día del resto de mi vida o tal vez  el primero, vaya a saber uno, jamás entendí ese aforismo. Pero lo que si entendí es que todo está en la retórica, entonces tomé una decisión más existencial que democrática, ya que todo mi ser quería aplastar el suyo. Verlo desaparecer.

-           Hace más de un siglo atrás Mallarmé escribió “Es demasiado para mi, no puedo enfrentarme a la idea” en una especie de plegaria a la nada cuando su hijito de apenas ocho años se moría de reumatismo infantil. -  Tomó uno de los libros de sobre la mesa y sin abrirlo lo apoyó nuevamente – Y creo que yo tampoco puedo enfrentarme a la idea de vivir sin ella.

Federico se acercó por detrás y apoyó su mano por sobre el hombro izquierdo de Marcos. Le dio una palmada suave como una especie de condolencia.

-          Le contaré algo sobre mi hija. Ella estudiaba zootecnia, - hubo una breve pausa que pareció ensayada- Oh, no se preocupe Marcos no esperó que sepa lo que significa. Honestamente yo tampoco lo sabía cuándo ella me lo conto. Le explico entonces. La zootecnia es la ciencia que estudia el comportamiento de los animales domésticos.- Por un momento descruzó  los brazos y revisó sus lentes - No creo que sea una ciencia en el amplio espectro de la palabra, sino más bien una especie de psicología animal. ¿Sabe algo Marcos? Ella realmente amaba a los animales. En casa teníamos tres perros y dos gatos. A todos y cada uno de ellos Cecilia los saco de la calle. Que bondad la de mi pequeña. Los animales la extrañaron también. Tuve que regalarlos a todos, no hacían más que recordarme a ella.




-          ¿Piensa que hablo demasiado? – manifestó mientras se inclinaba a atarse los cordones elevando notoriamente el tono de voz - Séame honesto. Puede que sea por mi profesión o quizás solo el deseo de parecer un hombre más culto y avanzado. Yo me pregunto,  ¿Cuál es la misión de un hombre culto? ¿Ser un simple peón de oficina y cumplir con todos los sueños cerebralmente planeados para cuajar en nuestra estructura de felicidad?

-   Trascender creo que sería la respuesta correcta. Ir más allá de los límites. Correrlos. Transmutarlos en algo invariablemente severo. Pero yo fui muy tonto para entender aquel dilema a tiempo y entonces me gradué en medicina con apenas veinticuatro años, solo para complacer a mi padre. ¿Y sabe qué? –   Preguntó mientras reía de forma macabra y exagerada tocándose el estómago.-  No le importo. No le importo en lo más mínimo.

Marcos pareció susurrar algo, como si estuviese intentando rezar.


-          Oh la maldita teología  - lo interrumpió Federico -¿Qué hacemos con ella y que seriamos sin ella?- Sonrió de manera repugnante  y un hilo de saliva le corrió por el mentó – “Si existe un dios el tendrá que rogarme a mí que lo perdone” Escribió un judío sobre uno de los muros de los campos de concentración Nazi. ¿Usted cree en dios Marcos? ¿Cree que lo puede salvar? ¿Está rezando en estos momentos? Créame que no lo ayudara. El único Dios en esta habitación, soy yo. Así que mejor ahórrese las plegarias.


El sonido de la puerta despabiló momentáneamente a Marcos que empezó a intentar gritar. Abría la boca en su máximo esplendor y dejaba al descubierto una horrible cicatriz de desprolija sutura.

-          ¿Espera a alguien? – Preguntó casi en un susurro- Mejor que lo hagamos pasar. Es descortés hacer esperar a las visitas.

El repiqueteo en la puerta se escuchó un poco más fuerte.

-          Cuanta impaciencia – musitó y desapareció de la sala.

Al cabo de cintos minutos Federico volvió al comedor junto a una pequeña niña, de cabello castaño y ojos verdes que vestía un pijama de flores rojas, tomada de la mano. Llevaba los ojos vendados con una seda negra.

        -     Saluda a tu padre, Anabela.

-          Hola, papa.

Ante el silencio de Marcos, que volvía a tener la mordaza en la boca, Federico intervino.

-          Papa, no puede hablar ahora, estamos jugando  un juego. ¿Quieres unirte a nosotros?

La niña afirmó con la cabeza. La silla de Marcos se tambaleó hasta caer al piso. Pateaba, escupía y lloraba con la misma intensidad. Intentaba soltarse en un acto de esperanza infundada.

Federico tomó del piso el extracto de lengua de Marcos y poniéndola en las manos de Anabela preguntó.

-          ¿Qué  crees que es esto?

-          Un pulpo – contestó entre risas la pequeña.

La mejilla derecha de Marcos se arrastraba por el piso en un vano intento de movimiento. La saliva mezclada con la sangré dejaba  la marca de tal inútil empresa en el piso. Las sogas no cedían y el nudo que lo amarraba a la silla parecía inamovible.

-          Te lo regalo pero debes cuidarlo bien. Era algo muy importante para tu papa.

-          ¿Papa? Me puedo sacar la venda.- preguntó Anabela.

-          Papa ya se fue, querida. Se escondió. Ahora nosotros tenemos que encontrarlo. Vamos. Contemos hasta diez y busquemos a papa.

-          Pero no veo nada, señor.

-          Es que así es más divertido.  – pasó suavemente la mano por su rostro y pellizco una de sus mejillas - Me parece que las cosas más increíbles en la vida siempre llegan como una sorpresa, como algo inesperado que se presenta ante tus manos abiertas, Anabela.

Durante unos breves minutos que parecieron eternos, Marcos intentó desatarse pero notó que sus pantorrillas estaban yuxtapuestas a los extremos de la silla por algún tipo de pegamento.

-          Por un momento pensé que esta idea no resistía la lógica pero en cierto punto tenía un imponderable sentido en sí misma – pronunció mientras volvía al salón comedor junto a la pequeña – ¿No lo cree? - Anabela arrastraba inocentemente una extraña mascara en su mano.

-          Permíteme ayudarte querida, Esto es un Pera de la angustia*  – explicó mientras ajustaba la máscara al rostro de la pequeña. – Es como un disfraz para la cara. Un antifaz.

-          ¿Me puedo sacar la venda, señor?

-          Aun no, querida.

*  Instrumento de tortura de origen Austriaco. Este  objeto metálico  posee forma de pera e introduciéndolo en la boca destruye lentamente el rostro.


Con un movimiento brusco Federico introdujo la mano dentro del pantalón y, sin vacilar, apuntó el arma calibre  38 a la sien de la pequeña, que jugaba con su vestido a sus espadas. El dedo índice resbaló por sobre el mango, hasta llegar a la recamara. Y Con la mirada clavada en la desesperación de Marcos gatillo. Volvió a gatillar. Tomó un hondo respiro, en una especie de letargo emocional y luego gatilló nuevamente  en la cabeza de la niña.

Las gotas de los ojos de Marcos brotaban con casi tanta efervescencia como el sudor de su frente. Por el ventanal se podía apreciar la leve llovizna que comenzaba a caer.


-          ¿A que estamos jugando, señor? ¿A policías y ladrones? – indagó la pequeña Anabela.

-          Cierto, a policías y ladrones – musitó Federico mientras apoyaba el revolver vació por sobre la falda de Marcos – Tenemos que agarrar a los malos, querida. Pero antes debemos prepáranos, ya es casi hora. De prisa, ya estamos en las vísperas de un nuevo año. Faltan quince para las doce.



El reloj marcaba las doce menos diez, cuando Anabela entró al salón haciendo alarde de su elegante estatura. Con la máscara, aun en su rostro, lucía un vestido blanco que apenas sobrepasaba las rodillas y  combinaba con las sandalias que llevaba en sus manos.

-          Cálzate, querida, la fiesta va a empezar.

-          Pero, no veo nada.

-          Este vestido era de Cecilia, ¿Sabe? Recuerdo como si fuera ayer. Viéndola entrar a la iglesia repartiendo pétalos a todos, con su imborrable sonrisa en la boca. Todos la amaban y ella los amaba sin saber que estaba amando. Pero sabe algo, Marcos, ya no me basta con recordar y no lo digo como si se tratara de una premisa teológica sobre la salvación o la reencarnación. Lo digo desde la mayor simplicidad del alma. De un alma que ya no quiere ver viejas imágenes tan claras y puras como la realidad, sabiendo que no volverán a existir. Sé que usted debe pensar que mi castigo es desproporcionando en relación a su afrenta. Pero quiero que entienda que necesito verlo morir varias veces para que mi letargo sea pacifico.

Marcos alzó la cabeza con gran esfuerzo y observó cómo Federico se acercaba  apretando los nudillos. Los notó algo hinchados como si hubiese estado golpeando una pared. En tanto, arqueó las cejas como a la espera de una señal o de algún paso a seguir. Entonces sonó el campanario  y el sonido de la bala entrando en la recamara retumbó en en la habitación. Federico apuntó nuevamente a la niña. El campanario volvió a sonar. La sangre comenzó a ganar partida en la sala donde solo se oía un llanto desesperado.


Primera parte del relato:
participesdeloimpune.blogspot.mx/2016/08/kafka-primera-parte.html