lunes, 24 de julio de 2017

VIAJAR es AHORA

La vida es ahora. Siempre es ahora.- me dijo alguien sin saber que con esa frase me cambiaría la existencia. Creo que perdí mucho tiempo en darme cuenta que en esa analogía barata se encuentra todo. Cuando vuelvo el tiempo atrás, recuerdo que al caminar por mi ciudad intentaba tomar nuevas calles todo el tiempo para llegar a los mismos lugares. A la oficina, al bar o la casa de mis padres. Las diagonales eran mis aliadas y el colectivo con su ruta segura y prefabricada, mi peor enemigo. Me estaba sofocando sin darme cuenta. Mi vida se había vuelto demasiado monótona para tener apenas 25 años. ¿Acaso de pequeño me imaginaba en la cúspide de mi juventud encerrado en una oficina? Creo que todos sabemos la respuesta. Yo quería ser astronauta o vagabundo. Daba igual.  Los sueños imposibles son los únicos que deberían cumplirse. Por eso vuelvo el tiempo atrás y  me hago esa pregunta ¿yo soñaba esto de chico? Creo que ningún niño anhela tanta seguridad como la que consumimos diariamente. Entonces renuncié, no solo a un empleo o a una obra social, sino a muchas facilidades y prejuicios. Renuncié a mis amigos y a mi familia a pesar del amor que siento por ellos. Elegí una constante oportunidad de empezar de cero. De descubrirme a mí mismo nuevamente. De lo que soy capaz y de lo que no. Porque para eso viajamos para probarnos, para cambiar de rol, para generar nuevas motivaciones que nos lleven a recorrer situaciones antes impensadas. Para tener la libertad de enamorarse, de hacer amigos o de cambiar de empleo cuando se te de la gana. Decidí luchar por ese escupitajo de felicidad que aún creo que todos nos merecemos. Desestabilicé mi mundo, lo puse patas para arriba y me encanto.

Porque no hay valentía alguna en el hecho de abandonarlo todo. Claro que no. Pero tampoco hay valor en afrontar todos los días una realidad con la que no soñamos.

Por Germán Rodriguez


miércoles, 19 de julio de 2017

Gritos y sirenas

Peleé por mi vida. Peleé duro. Como nunca pensé que sería capaz de hacerlo. Recibí garrotazos en la espalda y no pudieron tumbarme. No pudieron. No podrán. Ellos ganaban en número pero no en fortaleza. Porque la policía es solo una fuerza que se deja empujar. Mi rostro sangraba por cada lugar, los ojos apenas me dejaban ver. Inflé el pecho como alguien que se prepara para morir de pie. De la única manera que podría hacerlo. Escupí algunos dientes. El color negro ganaba la escena. Ya todo estaba por terminar. No era capaz de diferenciar sonidos. Gritos y sirenas sonaban igual en mi cabeza. Los olores eran intensos, indefinibles pero aun así intensos. Las emociones también sangraban. Aun lo hacen. Por un segundo, dejé de confiar en mí mismo. Esa fue realmente la oscuridad que aun hoy siento. Recordé la primera vez que la vi sentada junto al mar como si ella debiera ser mi última imagen antes de morir. Creo que lo fue. Aún lo es. 

Por Germán Rodriguez.


domingo, 2 de julio de 2017

El amor en tiempos de psicólogos

Me enamoré. Me rompieron el corazón. Juré no volver a hacerlo. Lo volví a hacer. Todo se repitió de la misma manera. Decidí cambiar. Como si fuese algo que pudiese decidir. Amar de otra manera. Tampoco funciono, las formas de querer son siempre las mismas tan solo cambia el proceso. Extrañaba algo. No sé si aún lo extraño o si realmente nunca lo tuve. No sé qué es. ¿Alguien puede ayudarme a recordarlo? El amor en tiempos de psicólogos se explica mucho más intensamente. Antes solía enamorarme a cada rato, creo que todo el mundo se enamora a cada rato. De eso se trata. De chico inventaba historia antes de dormir, en realidad lo sigo haciendo. ¿Acaso no todos lo hacen? Esas imágenes son las que nunca nos dejan solos pero hay veces que no alcanzan, como hay veces que los jazmines no perfuman tampoco. Pero de a ratos una sonrisa si alcanza para olvidarlo todo, para que todo valga la pena una vez más. Para que el proceso vuelva a empezar y este texto pierda sentido a cada palabra.

Por Germán Rodriguez