¿Caminarías hacia la luna conmigo? –
Dijo mirándome fijo, lista para perforar mi corazón – Pues, claro - susurré, sin
saber por que. Caminamos en silencio, no teníamos mucho que decirnos realmente.
La noche, apenas estrellada, era densa y abrumadoramente oscura. El fulgor de
la luna iluminaba el sendero que llevaba
a la playa. Le dije que algún día la
llevaría a un lugar mágico, donde el sur termina y el norte comienza. Ella no
alejaba su mirada del mar y las olas ya podían acariciar sus pies. Con un paso
suave y vertiginoso comenzó a avanzar contra la marea. - El corazón muchas veces se equivoca,
¿sabes? - dijo volteando mientras sus
cabellos se hundían y su perfume se esfumaba. Al verla desaparecer sentí el
amor puro, como un golpe en el pecho del que no me repondría jamás.
Ya
han pasado muchos años desde el día que caminè hacia la luna junto a ella y, aun hoy, puedo
recordar su rostro nítido, desencajado en el tiempo, observándome desde algún
lugar, desde algún maldito recuerdo que
quizás imaginé y que ni siquiera existe, diciéndome que el corazón muchas veces
se equivoca.
por German Rodriguez.