lunes, 22 de enero de 2018

Entre cada mirada escondida

Ella esquivó mi mirada como si nada de lo nuestro hubiese importado jamás. Sus ojos verdes, hacia adelante, me ignoraban como si realmente no pudiesen verme. La seguí a lo lejos esperando que se dé vuelta, para así poder posar mis ojos contra los suyos y con una mirada pedirle perdón por todo lo que no fue, sabiendo que debería serlo. No volteó y a veces pienso que no la esperé lo suficiente. Que cerré mis ojos para no verla. Intuyendo que en la primavera de la vida nos cruzamos con destinos que no son nuestros, con corazones que no deberíamos abrazar. Desapareció en los adoquines grises y tristes de ese océano de asfalto donde siempre la recordaré. Esa esquina que nos separó para siempre. He llegado a preguntarme si quizás jamás estuve en aquella esquina y mi cabeza empujada por mi corazón me jugó una mala pasada. Que todo fue una ilusión. Pero entonces la recuerdo, con la mirada al frente, el paso apurado, sus ojos verdes fugándose de los míos y la confusión se pierde, y el dolor sigue ahí. 

Por German Rodriguez.



sábado, 13 de enero de 2018

A mulher dos meus sonhos

 A primeira vez que sonhei, ela estava sentada em um bar. Atrás dela havia um céu perfeitamente estrelado, usava um chapéu de couro vermelho e nada parecia fazer sentido. Lembro-me que o garçom era muito alto e quase não conseguia ver a cabeça dele. Sentei-me ao lado dela. Tentei, em vão cruzar um olhar, mas ela parecia não me ver. Sem pensar, tentei disse-lhe que a amava, mas também não disse, pelo menos não em palavras. Quando acordei, minha boca estava seca como se estivesse falando a noite toda, mas nem me lembro se quer dizer uma palavra no sonho. A segunda vez, tudo foi repetido da mesma maneira, apenas o garçom mudou, agora era um cara gordo, sem cabelos e um bigode branco, foi quem me trouxe uma bebida desta vez. Ela seguia sem olhar para mim. Eu disse a ela que a amava agora e que esse amor era muito mais do que para sempre, ela não me respondeu. Minhas estratégias mudavam de sonho a sonho, de noite a noite, mas a reação dela sempre foi a mesma. Ela nunca se quer olhou para cima. Durante o dia passei meu tempo planejando como chamar sua atenção de uma vez por todas. Algumas noites eu não sonhei com ela e tudo parecia uma perda de tempo. Mas em uma noite eu fingi cair sobre a mesa e seus olhos se encontraram com os meus. Em um instante, eu a vi bem diferente como nunca pensei em vê-la. Cada segundo, suas rugas cresciam cada vez mais, seus dentes caíam e seus cabelos pareciam desaparecer como uma maré retraída. Então eu a perdoei e esqueci de uma vez por todas porque a vida nos separava. Às vezes, só às vezes, eu cruzo novamente, mas não olho em seus olhos nem digo que a amo. Nem eu tento pegá-la pela mão, nem dizer a ela que tudo é um sonho. 

Por German Rodriguez
Traduccion Dina Nascimento

"La mujer de mis sueños" fue seleccionado para participar de la nueva antologia de cuentos de la Editorial Dunken a editarse en el primer semestre de 2018 en Argentina.  Para festejar mi primer año en tierras brasileñas, les dejo la traducion de aquel cuento.




viernes, 5 de enero de 2018

Ama


Ella se estaba muriendo justo en frente mío. Casi sin vernos, permanecíamos a centímetros de distancia. Nuestras manos jugaban a tocarse sin hacerlo. El cuarto parecía un velorio, la gente iba y venía. Aún recuerdo sus caras de pánico y compasión. Su desagrado por estar en ese lugar. Yo leía. Sumergía mis ojos en las páginas de algún libro que pese a mis esfuerzos no logro recordar, e ignoraba todo a mí alrededor. Leía. Como si aquello pudiese sacarme el dolor, transportarme a algún otro lado. Ella no recordaba mi nombre, pese al amor que sentía por mí, no lograba hacerlo. Su vida se consumía como las oraciones y los capítulos. Leía. Pensando que quizás esas malditas páginas la salvarían y de algún modo la harían eterna. Pero no, ella seguía ahí. Frente a mí. Muriendo tan lentamente que pensé que lo haríamos juntos.

 Los extraños se acumulaban en la sala de espera a la expectativa de algún desenlace que los sacara de allí. Las sonrisas tristes de las enfermeras diagnosticaban más ferozmente que las torcidas palabras del Doctor de turno. Me estaba acercando a los capítulos finales, el ocaso parecía inminente. Leía. Esperaba el final, quería saber cómo me sentiría con él.  Como me golpearía la tristeza de no volver a verla a los ojos, ni de ayudarla a sostener su bastón. Leía. Otro ciclo terminaba. Imaginaba en mi cabeza que ella se salvaba. Que todos caminábamos felices fuera de aquel lugar. Imaginaba. Pero el final siempre es el final y ya no había más oraciones que interpretar, ni salas donde esperar. Tampoco estaban sus ojos arrugados, ni su bastón de madera con punta de goma. Solo el fin, el punto y la nada. 

Por German Rodriguez.