domingo, 15 de diciembre de 2019

El error más grande de tu vida


Estoy enamorado de ti, 
está bien, 
no voy a negar eso.
pero,
eventualmente, te odiare,
eso también lo sé,
y tú me odiaras,
no intentemos evitarlo,
sería ridículo.
Estos paisajes mágicos que he pintado con mis palabras se transformaran en bosques oscuros y terroríficos.
(para ser honesto, me cansé de ser el chico malo)
querrás huir de mí.
No te preocupes 
lo comprenderé
no serás la primera
tampoco la última.
Dirás que fui el error más grande de tu vida.
Yo diré que eres una puta y me detestaras por eso.
Escribiré sobre nosotros
mucha mierda
sobre nosotros.
(cómo está poesía)
y
me emborrachare solo y pensaré en ti
pensaré en ti hasta que duela
pero no haré nada,
no llamaré,
ni te escribiré,
ni iré a buscarte.
Derramaré lágrimas que jamás veras.
Eso es todo,
ahora que lo sabes,
solo
quiero decirte que
te amo.

Por German Rodriguez.





sábado, 16 de noviembre de 2019

Cuatro años en el camino


Durante mí adolescencia leí decenas de libros sobre viajeros. Sobre personas que abandonaban su suerte en el camino. Los admiraba. Sus aventuras me hacían imaginarme cruzando ríos repletos de cocodrilos, escalando montañas por la noche bajo temperaturas bajísimas o haciendo dedo sin saber dónde me dirigía.

¿Por qué no yo? ¿Que tenían esos personajes ficticios que yo no tenia?

Podría hacerlo, pensé. Iba a hacerlo. Y carajo, sí que lo hice.
Hoy se cumplen cuatro años desde que salí de mi casa por última vez para averiguar qué había ahí afuera. Fue una decisión que tardé un tiempo en procesar. No fue fácil, pero sabía que tenía que hacerlo. No hubiese podido vivir conmigo mismo de otra manera. Decidí abandonar mi mundo de estructuras y prejuicios, y comenzar a viajar.

Al principio, todo era incertidumbre, no sabía si serian seis semanas, diez meses o dos años. Tampoco como ganaría el dinero para moverme u hospedarme. Tan solo no lo sabía. Eso me asustaba. Era algo nuevo para mí. El  miedo a no saber que podría encontrar me atormentaba y, honestamente, no quería volver y sentir que había fracasado en mi sueño.

Pero había otra cosa que tampoco sabía: Que me iba a enamorar del camino y del mundo, y de las personas que han compartido un ratito de su tiempo conmigo. A ellos solo les quiero decirles gracias por ser parte de mí vida.  Viajar es sobre ustedes, sobre la empatía de compartir. Ustedes son quienes mueven mi mundo.

Hoy llevo 1461 días moviéndome con el corazón y cada día me sigo sorprendiendo. Pienso que hace esa exacta cantidad de días tomé la decisión más acertada de mi vida. Gracias a eso, me simplifique. Encontré la anarquía en soltar lo que todo el mundo anhela poseer.

Hoy me encuentro escribiendo este texto en un callejón oscuro de República Dominicana mientras una veintena de niños saltan a mí alrededor. Acá no hay luz eléctrica, ni agua potable, se quema basura para alejar a los mosquitos y los animales andan sueltos por la calle. En esta situación por demás precaria, siento que no puedo pedir nada. Que estoy donde quiero estar. Que tengo todo lo que alguna vez soñé. Ellos, como tantos otros, me enseñaron lo poco que se necesita para ser feliz. Me mostraron la empatía que me permitió ser feliz con la felicidad de los demás. Pensar menos en uno mismo. Experimentar en carne propia estás carencias, no te hace más aventurero, ni más valiente, te hace más humano, te lastima, te duele y te va hacer llorar de impotencia por qué entendés que viajar no es un concurso de popularidad en instagram, ni playas paradisíacas con agua cristalina, es chocarse con la realidad. Una realidad cruel e injusta que se lleva puestos a los que menos tienen.


Por Germán Rodriguez.


lunes, 7 de octubre de 2019

Tiempos modernos


Vivimos tiempos en los que cada vez se habla, se piensa y, sobretodo, se ama menos. Dónde las personas se enorgullecen de no compartir su felicidad con un compañero. El amor se parece más al miedo de lo que pensamos y están quiénes lo enfrentan, y quiénes huyen de él. Es comprensible, abrir tu corazón a alguien significa la posibilidad de que te lo arrebaten. Significa dejar de tener el control y vaya que asusta no tenerlo. Pero quienes se puedan despojar de ese miedo tendrán la recompensa más bella de todas y no es descriptible en palabras. Ya que los abrazos no se escriben, ni los besos se verbalizan, se sienten y cuando son reales, lo hacen de una manera tan inimaginable que todos los miedos desaparecen y hace que todo valga la pena, incluso arriesgarte a que te rompan el corazón.

Por Germán Rodriguez.



martes, 24 de septiembre de 2019

A la deriva


Me entrego a ti
aunque eso signifique
Despedazarme
Morir
Llorar
Extrañar
o
la Perdición
Lo hago de todas formas
Te entrego mis palabras, aunque no sirvan de nada
Tíralas
Odialas
Olvidalas
Son tuyas.
Ya no las quiero.
Las robaste en algún momento.
(ahora)
Eres todo lo que puedo
Escribir
que
No es mucho
pero
al menos
Es tuyo.

Por Germán Rodriguez



martes, 30 de julio de 2019

A través de ti



Me he ahogado. He estallado. Me he  quebrado en cientos de pedazos y, aun así, he sobrevivido. Aquí estoy. Tan imperfecto como al principio. Como si ningún huracán me hubiese arrollado y créanme que lo ha hecho. Las tormentas pasan, los pedazos se vuelven a unir. Algunas cicatrices quedan. Supongo que de ellas aprendemos. Algunos amores tan solo llegan para marcharse. Así debe ser. Luchar es en vano. Hay algo de hermosura en eso. Nos mantiene vivos en cierta forma. Siempre y cada vez duele. No voy a mentir al respecto. Todos me han hecho llorar, pero el tiempo me enseñó que sobreviviré. Que no me ahogaré, a pesar de todo, estaré aquí. Solo queda entenderlo y seguir. Unir los pedazos y seguir. Supongo que eso es el arte después de todo.



martes, 23 de julio de 2019

Reseña Partícipes de lo impune, de Revista Galeradas

Las penas del joven Werther . ÁLVARO. «Léalo, luego compréndame».
Dos hombres: Víctor Dusing y Álvaro Mansilla.
Dos Argentinas: La Argentina de los albores del año dos mil y la Argentina de los años cincuenta.
Dos libros: Las penas del joven Werther, del autor alemán Johann Goethe, y Las penas 
del Álvaro de… Álvaro.
Víctor Dusing es un reputado periodista con una ortodoxa vida familiar, a priori. Su canónica esposa Isabel y su pequeña hija Josefina enmascaran la verdadera realidad del protagonista: un hombre henchido de desazón, pesadumbre y desánimo vital. Un jeribeque del destino le deposita un libro en sus manos: Las penas del Álvaro, un «Werther» argentino ligado a un amor inaceptable para su entorno.
Álvaro Mansilla, como contrapunto a Víctor Dusing, es un hombre luminoso, empecinado y agonista. Quizá las zancadillas que le ha puesto la vida le han hecho no cejar en el empeño de formar, con su amada Emma, esa familia arquetípica de Víctor Dusing.
La lectura de Las penas del Álvaro supondrá una catarsis para Víctor Dusing y un reencuentro con sus entrañas; con lo que fue y lo que quiere ser.



El autor
Germán Rodríguez en su obra Partícipes de lo impune nos muestra un ying y yang de sentimientos y de formas de entender la relación de pareja totalmente antagonistas. Por un lado, expone ese amor de pareja, de familia, acomodado, burgués, «ideal»; en el que no existe el desafío ni la adrenalina. Ese amor y esa vida que algunos buscan y, paradójicamente, infravaloran después. Por otro lado, expone los infortunios de aquellos que, para conseguir ese anhelado amor y vida familiar, deben superar como si de Ulises se tratara. Y precisamente estos últimos son los que tienen un espíritu más refulgente.
Así, el autor retrata con absoluta ternura y sensibilidad un amor incomprendido y complejo ahondando en la particular psique de cada uno de sus protagonistas: Álvaro Mansilla y su frágil Emma. De igual modo, y a través del otro protagonista, Víctor Dusing, nos alecciona para no desdeñar la vida cuando esta se nos presenta «fácil».
Partícipes de los impune supone además una amena «clase» sobre la historia moderna de Argentina que nos ayuda también a entender el porqué de cada una de las actitudes y motivaciones de los protagonistas. El autor hace un recorrido, mediante pinceladas históricas, por los periodos más convulsos de Argentina: desde la facción socialista del año 32, pasando por el peronismo posterior y, finalmente, ultimando con la gran crisis sociopolítica de principios del año 2000.
«Léalo, luego compréndame»: ¿Álvaro, Víctor, Argentina y/o nosotros mismos?

Virginia López. Revista Galeradas.




lunes, 15 de julio de 2019

Perdido en tu recuerdo


Cualquiera puede mirarte a los ojos y decirte que eres especial, que no te olvidara jamás, que eres el amor de su vida o cualquier tipo de frase o artilugio para hacerte sentir única. Todos pueden hacerlo. Todos lo hacen, supongo que ya lo sabes. Es fácil. Yo podría hacerlo en este momento, y hasta  quizás lo esté haciendo ahora mismo mientras imagino este relato.  Podría escribir las oraciones más hermosas y decirte que tú, y solo tú, eres la razón de mi vida, mi inspiración y mi salvación. Pero ¿sabes qué? No lo haré,  a pesar de que quizás sea verdad. No lo haré, y mi única razón es tan sencilla como la razón que nos unió. Ya no estas y yo tampoco estoy. Algo más que  kilómetros y  mares nos separan. Nos separa un olvido que se acerca y tengo miedo de quedar atrapado en él. Lo siento. Tengo miedo de olvidarte. De que el tiempo borre nuestro efímero pasado. No lo puedo evitar. Es tan frágil. Tengo miedo de caer en la tentación de usar algún artilugio barato, como estas palabras, para que te quedes conmigo, aunque sea solo un rato más.


Por Germán Rodriguez.




miércoles, 5 de junio de 2019

Abrazos


-  No extraño su forma de ser conmigo, ni su manera de reír. Tampoco sus gritos cuando se enojaba, o su modo de tratarme frente a sus amigos. Nada de la cotidianidad en lo que nos habíamos transformado. Extraño algo mucho más sencillo. Primitivo. Extraño su piel chocando contra la mía. Extraño un abrazo donde, por un segundo, nada, absolutamente nada, más importe. Que si tuvieses que morir en aquel instante, estaría bien. Echo de menos eso. Morir en cada abrazo. Porque cuando encontras esos brazos, ese entrelace perfecto, ya todo lo demás deja de importarte.


   Por Germán Rodriguez.




sábado, 20 de abril de 2019

Miradas en el camino



Una mirada, solo eso, puedo ofrecerte. Sin promesas, ni certezas en mi mochila, es todo lo que tengo. No hay mucho más en mi ecuación y sé que se encuentra bastante lejos de la perfección, lo siento. También cargo algunos arrepentimientos y aunque ya no es tiempo de perdones, lo lamento de todas maneras.
Ya no queda nada de nosotros, solo algunas oraciones sucias con tu perfume que una parte de mí se rehúsa a olvidar. Se niega a dejar de escribirte, como si mi literatura ya no fuese mía, como si la hubiese perdido cuando te vi por última vez. 

Por Germán Rodriguez.











sábado, 23 de marzo de 2019

Metáforas sobre el amor


Salí del bar tambaleándome. Caminé hasta el parque más cercano. No había nadie. No hacia frió, ni calor. Estuve horas, o tal vez solo minutos, mirando la luna, pensando en todas las decisiones erradas de mi vida, en cómo había terminado en aquel lugar. Solo. Demasiado solo. El reflejo de la luna contra la oscuridad de las nubes me recordaba a ella.  Me recordaba que la había perdido. 
¿Que estará haciendo ahora?
Me preguntaba e imaginaba nuevas respuestas. Respuestas que no quería oír. Respuestas que sangraban. 
Pero la luna seguía ahí. Cada vez. Empezando y terminando ciclos. Debía de haber un centenar de buenas metáforas sobre el amor allí, pensé. No se me ocurrió ninguna.  
Escuché algunas pisadas que intenté ignorar. Había un hombre parado a mi lado. Fumaba marihuana. Se acercó un poco más. Era apenas mas bajo que yo. Escupí. Metió su mano derecha dentro del pantalón. Buscó algo por unos segundos y apoyó la pistola en mi frente. Sonrió. Pude ver su dentadura entera. Sonreí también. Nunca había visto una pistola. Se veía más pequeña que en las películas. La punta apenas rozaba mi frente. Estaba fría.  Vaya, ahí si había una buena metáfora sobre el amor, pensé. No dijo nada. Yo tampoco. Tragué saliva y escondí el miedo en la indiferencia. Tan solo me miraba fijo, sin pestañear, como intentando encontrar algo en el reflejo de mis ojos. Repasó su lengua sobre sus labios. Esos segundos duraron màs de lo que debían. Guardó la pistola con la misma tranquilidad con la que la había sacado y se marchó sin decir una sola palabra. La luna seguía ahí. 
¿Que estará haciendo ahora? 
Me pregunté en un suspiro y las respuestas seguían sangrando. 

Por Germán Rodriguez.



lunes, 18 de febrero de 2019

Su sonrisa

Honestamente, pensé que no la volvería a ver nunca más. En realidad, era más una sensación que un pensamiento. Escribí unos párrafos para ella, sobre su sonrisa. Me hubiese gustado mucho leérselos. Eran cursis y ordinarios pero honestos, quizás lo más honesto que había escrito en mucho tiempo. No había metáforas forzadas, ni endulzamientos innecesarios. Era realidad. Eramos realidades. Lo seguimos siendo. Solo que ahora, ya no esta y escribo para recordarla y, quizás, si endulzo un poco más las palabras y uso metáforas un tanto forzadas para no sentirme tan solo.

Por Germán Rodriguez.



jueves, 17 de enero de 2019

Nuestros mundos

 Voy a construir un mundo en el que no estés, al que no puedas entrar, ni siquiera en mis recuerdos. En el que pueda encerrarme conmigo mismo. Sin preocupaciones, ni falsas esperanzas. Donde pueda ser honesto mintiéndome a mi mismo. Un lugar efímero sin horas, ni segundos, ni minutos, que durara para siempre.
Pero también voy a construir un mundo solo para ti, en el que nadie más pueda entrar, un mundo de amor y perdones eternos, donde puedas pasar el tiempo lejos de todo lo que alguna vez te haya hecho mal. Un mundo imperfecto y libre del cual solo tu tendrás la llave y espero algún día me dejes entrar.

Por Germán Rodriguez