Fue
un excedente de tristeza, un antecedente. En un segundo todo se destruyo. Nos
suicidamos en un instante. Me niego a razonarlo pero tengo bien claro que
evitar los sentimientos no los hace desaparecer. El borde sigue estando ahí. Las
fórmulas mágicas ya no sirven en el extremo. Las decisiones siempre son oscuras
al caer. Sobre aquel borde quisiera escribir hoy. Sobre el risco de los
sentimientos que nos aturde y nubla nuestra percepción. Pero francamente no
creo que pueda hacerlo ahora. Lo siento, escribí esta carta en un momento de
debilidad. Ella era mi debilidad y de alguna manera se marchó y la poesía se
fue con ella. La dejé marchar. Debía hacerlo. Éramos ángeles y los ángeles no
se supone que se enamoren.
Por Germán Rodriguez