jueves, 26 de marzo de 2020

Escapista



Teníamos algo hermoso,
una conexión de esas que graban el alma,
que hacen creer en todo una vez más.
 Pero
se esforzó en estropearlo.
 No le culpo.
 El miedo corre más rápido que el amor.
Tan solo que lo hizo demasiado rápido.
Hubiésemos podido disfrutar de un tiempo más
de esa aura mágica que nos rodeaba.
 Hasta
quizás algunos buenos años.
Mierda.
Todo paso tan rápido.
Yo también estaba asustado
No lo niego
El amor asusta
Sino no sería amor
Seria alguna otra cosa
Pero no amor

A
algunas personas tan solo les asusta
Que todo marche bien.
Tienen esa puta necesidad de
hacerse las preguntas incorrectas.
De machacarse la cabeza con estupideces.
Y luego cuando todo sea ido al demonio
se preguntan por qué.
¿Por que?
Porqué no supiste tolerar el peso
de ser feliz.
Ahí tienes tu respuesta.

Al menos lo intente
Eso me da algo de seguridad.
(Y la falsa esperanza de que no todo esta perdido)
Pero
¿Qué hace un corazón roto con seguridad?

Ella solía decir que escapaba de los problemas
Supongo que tenía razón.
De todas formas,
creo que es mejor que
que ir tras ellos.
Ahora puede estar tranquila.
Ya no hay nada de que escapar
Ni problemas.
Ni amor.
De eso si estoy seguro.
Pero
¿Qué hace un corazón roto con seguridad?

Por Germàn Rodriguez.



miércoles, 18 de marzo de 2020

Corona Love



  

Mi pareja no me mira, esta sumergida en su mundo virtual, no se imagina que estoy a punto de hacer una locura o, al menos, pensando en intentarla. La observo, como ríe, como se indigna, como es triste y feliz sin levantar los ojos de la pantalla. Es increíble como un artefacto tan chiquito nos dice cómo debemos sentirnos. Si las cosas están bien o mal. Siento algo de envidia. Así todo se hace más fácil, pensé. Esos mundos paralelos, esas dimensiones creadas para estar a gusto. Allí no hay que tener miedo. Estamos seguros.  Lo que no nos gusta, lo quitamos. Bloquear.
Trato de elegir algo del menú. Los platos vegetarianos no siempre son lo mejor que tienen para ofrecer los restaurantes por debajo de la media. Deseaba un pedazo de carne, hace mucho que no se me cruzaba por la cabeza volver a comer carne. De todas formas no sentí culpa, desear está bien, supongo que es el deseo lo que nos hace sentir vivos.
-          ¿Tú qué quieres, amor? – Pregunté estirando el menú.
Tardó en responder, algo importante se deslizaba por sus pulgares, o por lo menos más importante que la comida, que su pareja o que el mundo real.
-          Lo de siempre - Respondió sin levantar la mirada.
-          Voy a pedirlo y vuelvo.
No respondió. Quizá no me escuchó, me fuerzo en creer ¿A quién quiero engañar? Hace años que no me escucha, me oye como un susurro inentendible. Es difícil competir contra la tecnología, al menos para un tipo común como yo.  Noticias irrelevantes, modas de colores, siluetas delgadas, mares turquesa, autos brillantes, camisas a cuadros, peinados perfectos, viajes por el mundo, descuentos increíbles, sonrisas blancas, perros con caras graciosas, memes, hazañas deportivas, ojos azules, comidas sabrosas, gente divirtiéndose, todo parece mucho más tentador que la realidad.
Me ha dolido mucho procesarlo pero en ese proceso entendí que somos de mundos diferentes. No hay nada de malo en eso. Ella es feliz allá y yo lo soy acá. Convivir con eso si ha sido duro. La tecnología como frontera, como una barrera inquebrantable entre personas a centímetros de distancia. Estamos acá pero en otro lado, en otro lado que nunca es acá. Ya nadie quiera estar donde se encuentra. Así pagamos el precio de estar en todos lados a costa de no estar en ninguno
Entro al baño. Me miro al espejo. Me lavo las manos. Una melodía entra en mi cabeza, me hace sonreír. Me echo algo de agua en la cara. Aun soy joven. Suspiro.  Junto valor. Camino hacia la mesa con aire decidido. Sintiendo en el pecho aquella sensación que se siente cuándo estamos a punto de actuar de forma valiente. 
Me siento frente a ella, ella me mira pero no me ve. Tengo algunas frases ensayadas pero ninguna parece encajar en aquel momento. Le doy un trago a mi cerveza.
Ella sonríe, sigue con la cabeza gacha. ¿De qué se reirá? me pregunto. No importa.
Me levanto de nuevo. Ella parece no notarlo. Lo notara, por supuesto, pero yo ya estaré fuera del lugar, encendiendo un cigarrillo y caminando con mis auriculares a todo volumen, aspirando el humo y viendo esa otra realidad que tanto queremos bloquear. Esa realidad donde los filtros no funcionan. Donde los niños revuelven la basura, los indigentes duermen sobre sus cartones, el desempleo está al acecho, las familias disfuncionales reinan, donde trabajamos en lo que no queremos y compramos lo que no necesitamos. 
 La calle estaba desierta, no había estrellas en el cielo y la luna parecía no existir. Llegué a casa. Subí  rápido. Desenrede mi bufanda.  No tenía más cigarrillos. Hubiese disfrutado un último. El viento soplaba frio en la terraza y eso hizo que los pensamientos se hagan más y más oscuros.  Algo vibró en mi bolsillo. ¿Pensaste que podías escapar, verdad? Era ella. No realmente.  El corona virus había matado a la mitad del planeta, gracias IPhone, era bueno saberlo, ahora podía saltar tranquilo.

Por German Rodriguez.





domingo, 8 de marzo de 2020

Pensar en ella


Pensar en ella era pensar en sexo.
Era pensar en el fin de los mundos.
En la muerte de buda.
En los ángeles agonizando tras la cómoda.
En las cucarachas corriendo bajo la cama.
En la desesperación de los pobres.
En las paredes despintadas de una iglesia abandonada al costado de la ruta.
En las sabanas amarillentas colgadas al sol.
En los espejos sucios de un baño de estación.
En los pájaros aplastados en la ventana.
Pensar en ella era un universo expansivo sobre el cemento.
Era todas las estrellas fugaces del mundo muriendo sobre una mesa de billar.
Era las horas perdidas sobre una carretera del caribe.
Era todos los curas del mundo abusando niños.
Era las camisas arrugadas en el fondo de una maleta olvidada en un hotel barato del centro.
Era los vagabundos pidiendo comida podrida en la colina.
Era el sudor de un trabajador de ocho años.
Era el llanto de un perro hambriento.
Pensar en ella era algo bueno después de todo.
Y eso era todo lo que podía hacer,
Pensar en ella.

Por German Rodriguez.


El refugio de un alma compañera


Pudiera enumerar
un sinfín de razones
por las cuales
no funcionamos
juntos
a pesar del amor
inobjetable
que nos unía.
Pero
creo que
una en particular
englobaría las otras:
La capacidad de sobrellevar
la miseria.
De mirar al otro
, a pesar de todo,
y encontrar
empatía.
El refugio
de un alma compañera.
Tu eras mi refugio,
No lo olvides,
Pero yo no era el tuyo.
Yo no lo he olvidado.

Por German Rodriguez