Nos
encontramos en el desencuentro, en el exacto momento donde ambos habíamos
arruinado nuestras vidas. En donde lo
imposible era realmente imposible pero, claro, no lo sabíamos. Por eso nos
enamoramos porque era inútil y no hay nada más interesante que un amor sin
futuro y aunque la mayoría de los
amoríos carecen de uno, al menos si tienen un comienzo. Algo. Una mirada. Todo
empieza en una mirada. Siempre. Lo bueno y lo malo. Todo. Por eso aún recuerdo
su mirada triste encaminándose al final. Un final que no pudimos esquivar o tal vez solo no lo
intentamos lo suficiente.