sábado, 23 de marzo de 2019

Metáforas sobre el amor


Salí del bar tambaleándome. Caminé hasta el parque más cercano. No había nadie. No hacia frió, ni calor. Estuve horas, o tal vez solo minutos, mirando la luna, pensando en todas las decisiones erradas de mi vida, en cómo había terminado en aquel lugar. Solo. Demasiado solo. El reflejo de la luna contra la oscuridad de las nubes me recordaba a ella.  Me recordaba que la había perdido. 
¿Que estará haciendo ahora?
Me preguntaba e imaginaba nuevas respuestas. Respuestas que no quería oír. Respuestas que sangraban. 
Pero la luna seguía ahí. Cada vez. Empezando y terminando ciclos. Debía de haber un centenar de buenas metáforas sobre el amor allí, pensé. No se me ocurrió ninguna.  
Escuché algunas pisadas que intenté ignorar. Había un hombre parado a mi lado. Fumaba marihuana. Se acercó un poco más. Era apenas mas bajo que yo. Escupí. Metió su mano derecha dentro del pantalón. Buscó algo por unos segundos y apoyó la pistola en mi frente. Sonrió. Pude ver su dentadura entera. Sonreí también. Nunca había visto una pistola. Se veía más pequeña que en las películas. La punta apenas rozaba mi frente. Estaba fría.  Vaya, ahí si había una buena metáfora sobre el amor, pensé. No dijo nada. Yo tampoco. Tragué saliva y escondí el miedo en la indiferencia. Tan solo me miraba fijo, sin pestañear, como intentando encontrar algo en el reflejo de mis ojos. Repasó su lengua sobre sus labios. Esos segundos duraron màs de lo que debían. Guardó la pistola con la misma tranquilidad con la que la había sacado y se marchó sin decir una sola palabra. La luna seguía ahí. 
¿Que estará haciendo ahora? 
Me pregunté en un suspiro y las respuestas seguían sangrando. 

Por Germán Rodriguez.