martes, 31 de mayo de 2016

BIENVENIDOS A BOLIVIA

Bienvenidos a Bolivia dice la policía con sus escopetas fálicas y sus sonrisas esteparias, mientras los chiquitos corretean por el lago con sus barcos de botella y el sol que les golpea los gorritos. El cuchillo envainado farguya en el cinturón y las cholas reman, hacen la colada y contradicen historia. Cargan en la espalda la explotación proletaria con sus paquetes grandes y pesados como los años y las arrugas. Trabajando desahuciados y desalmados, escépticos ante la efusión inequívoca del tercer o cuarto mundo. Ese trabajo que como la venganza no acepta reverencias y soslaya lo pusilánime de la vida. Los más ridículos ríen y fotografían creyendo indeleblemente en sus ingenios urbanos, sin trazas bohemias, que les atisban que no tienen los ojos para lo que no importa sino para lo que no necesitan, retratando impoluto el dialéctico anárquico del patriarcado. Porque todos necesitamos ser Bolivia un ratito y usar alpaca entre los dedos. Gaucho viejo en épocas de vacas flacas, no carga más que la cartera y el cuchillo que lo palpa incansable como le enseñó el patriarca, y también le enseñó a ser alguien a que no le paguen por explotarle. El dios traicionado por el comarca disfrazado de profeta carga más de dos mil años de promesas vacías rellenas de vertientes Europeas. Allá donde el pueblo delata esclavitud y juega como peón en el tablero de los injustos. Y los dedos ya acariciaban el mango y con los ojos succionaba la espalda, la del cobarde, la del impune, la del explotador. Los gauchos viejos no dudan desenfundan y clavan y vuelven a clavar con ese celebre clamor de venganza que a veces da la razón. Suspira algo escupiendo y vuelve a repetir impoluto -Toma, hijueputa - mientras envaina junto a la noche y a los colectivos de La paz que no frenan su andar por que la gente muere en Bolivia y en cualquier lugar.

Por Germán Rodriguez

Este cuento fue seleccionado para  formar parte del nuevo libro de relatos de la Editorial Dunken. El libro se titula "Goces" y fue compilado por la editora Florencia Estevez. A partir del mes de julio se puede conseguir en las librerías.




domingo, 29 de mayo de 2016

Diatriba del lateral Izquierdo



 El flaco Mancuello siempre hablaba con la certeza del que no va a ser comprendido, por eso en cada misiva exacerbaba tanto las palabras como los actos físicos. Esa obsecuencia propiamente digna de un militante de bar, le produjo más de un altercado innecesario. Quería tributar opinión a sus amigos (y a los no tanto también) en todos los temas que conocía y aún más en los que apenas tocaba de oído. En sus años de atornillamiento a la barra del bar de la calle Corrientes exhibió teorías magnificas sobre el uso del Capital en occidente, sobre la involución de las corrientes filosóficas del Marxismo y sobre el escote de Susana, la panadera, entre tantas otras. Pero sus íntimos lo recuerdan, si es que todavía lo hacen por su aclamada (y cito textual) “Diatriba del lateral Izquierdo”
- El que va por la derecha es siempre el bonachón – decía con clamor inaugural cada vez que alguien proponía el tópico futbolero  - El que tiene gol, el de los pases a la cabeza. Pero el lateral Izquierdo es siempre un pelotudo. No sube, ni baja, está en una especie de nebulosa sectorial. No vuelve, no marca, se cansa rápido, se queja. Por eso son los más insultados.- Cuando alguien citaba nombres propios para desbaratar la disyuntiva, Mancuello alegaba que todo lateral izquierdo es un volante fracasado devenido a menos. Que nadie quiere jugar por esa zona maldita. -¿Alguna vez le preguntaste a un nene que quería ser cuando sea grande y te dijo lateral? Ninguno, ni saben qué carajo es un lateral, seguro – Preguntaba alegando mal a la retórica - Passarella jugaba ahí porque adelante tenia a Labruna y ¿me vas a decir que Passarella es mejor que Labruna?, lo mismo con Perfumo y Rulli. El fútbol es acerca de escalas. De menor a mayor. Arriba los buenos, abajo los malos, a la izquierda el boludo. –  Los que se animaban a replicar eran diluidos entre insultos sagaces y apodos infames. – En el fulbo´ todos los roles son improvisados, nadie nace centrofobal. Ni Kempes, ni Cardenas. Todos se van adecuando al sector más carente de habilidad. Es así – sentenciaba sin miedo a represarías.  – Míralo a Álvaro, si el boludo se habría dado cuenta que era central, que la habilidad no le daba para más, ahora estaría jugando en Temperley o en la liga Catamarqueña o en algo de eso, en vez de limpiando mesas. Pero él quería meter goles y ahí lo tenes ahora jugando al metegol al boludo. – Proclamaba valor mientras señalaba al joven Mansilla que hacía gala de su molinete.
Cuando la vieja radio Phillips, de sobre la barra se encendía, todos coincidían que Mancuello perdía su  particularidad de figura pintoresca para transformarse lisa y llanamente en un hincha pelotas. Nunca dejaba escuchar a los comentaristas. Solía interrumpir jugadas claves con frases no muy elocuentes como “Seguro que lo erra”, “Mas que Insai es Orsay”, “Hasta yo lo hacía” o la favorita de todos “Ese pibe es rengo de futuro”. La Oral deportiva era su momento de catarsis y era entonces cuando profundizaba su discurso sociodeportivo. Asentía con la cabeza cada frase dictada por los periodistas deportivos  para luego desacreditarla con teorías  cuasi conspiratorias. Acusaba de corruptos a todos, a los dirigentes, a los jugadores, a los familiares de los futbolistas, a los utileros y en especial (y con un ensañamiento mordaz) a los directores técnicos – Ese está ahí por acomodo, es un inútil. Si yo fuera el técnico, los echo a todos a la mierda – concluía como en una especie de arenga hacia sí mismo luego de cada resultado negativo.


“Al fútbol Argentino le falta decencia, dirigentes y wines.” Lo dijo Paenza, lo citó Sasturain y lo contradijo Mancuello, a las puteadas por supuesto.

Por Germán Rodriguez.