Vivimos tiempos en los que cada vez se habla, se piensa y, sobretodo, se ama menos. Dónde las personas se enorgullecen de no compartir su
felicidad con un compañero. El amor se parece más al miedo de lo que pensamos y
están quiénes lo enfrentan, y quiénes huyen de él. Es comprensible, abrir tu
corazón a alguien significa la posibilidad de que te lo arrebaten. Significa
dejar de tener el control y vaya que asusta no tenerlo. Pero quienes se puedan
despojar de ese miedo tendrán la recompensa más bella de todas y no es
descriptible en palabras. Ya que los abrazos no se escriben, ni los besos se
verbalizan, se sienten y cuando son reales, lo hacen de una manera tan
inimaginable que todos los miedos desaparecen y hace que todo valga la pena,
incluso arriesgarte a que te rompan el corazón.
Por Germán Rodriguez.