El flaco
Mancuello siempre hablaba con la certeza del que no va a ser comprendido, por
eso en cada misiva exacerbaba tanto las palabras como los actos físicos. Esa
obsecuencia propiamente digna de un
militante de bar, le produjo más de un altercado innecesario. Quería tributar
opinión a sus amigos (y a los no tanto también) en todos los temas que conocía
y aún más en los que apenas tocaba de oído. En sus años de atornillamiento a la
barra del bar de la calle Corrientes exhibió teorías magnificas sobre el uso
del Capital en occidente, sobre la involución de las corrientes filosóficas del
Marxismo y sobre el escote de Susana, la panadera, entre tantas otras. Pero sus
íntimos lo recuerdan, si es que todavía lo hacen por su aclamada (y cito
textual) “Diatriba del lateral Izquierdo”
- El que va
por la derecha es siempre el bonachón – decía con clamor inaugural cada vez que
alguien proponía el tópico futbolero -
El que tiene gol, el de los pases a la cabeza. Pero el lateral Izquierdo es siempre un pelotudo. No sube, ni baja, está en
una especie de nebulosa sectorial. No vuelve, no marca, se cansa rápido, se
queja. Por eso son los más insultados.- Cuando alguien citaba nombres propios
para desbaratar la disyuntiva, Mancuello alegaba que todo lateral izquierdo es
un volante fracasado devenido a menos. Que nadie quiere jugar por esa zona maldita. -¿Alguna vez le preguntaste a un nene que quería ser cuando sea grande y
te dijo lateral? Ninguno, ni saben qué carajo es un lateral, seguro –
Preguntaba alegando mal a la retórica - Passarella jugaba ahí porque adelante
tenia a Labruna y ¿me vas a decir que Passarella es mejor que Labruna?, lo
mismo con
Perfumo y Rulli. El fútbol es acerca de escalas. De menor a mayor.
Arriba los buenos, abajo los malos, a la izquierda el boludo. – Los que se animaban a replicar eran diluidos
entre insultos sagaces y apodos infames. – En el fulbo´ todos los roles son
improvisados, nadie nace centrofobal. Ni Kempes, ni Cardenas.
Todos se van adecuando al sector más carente de habilidad. Es así – sentenciaba
sin miedo a represarías. – Míralo a
Álvaro, si el boludo se habría dado cuenta que era central, que la habilidad no
le daba para más, ahora estaría jugando en Temperley o en la liga Catamarqueña o en algo de eso, en vez de limpiando mesas. Pero él
quería meter goles y ahí lo tenes ahora jugando al metegol al boludo. –
Proclamaba valor mientras señalaba al joven Mansilla que hacía gala de su
molinete.
Cuando la
vieja radio Phillips, de sobre la
barra se encendía, todos coincidían que Mancuello perdía su particularidad de figura pintoresca para
transformarse lisa y llanamente en un hincha pelotas. Nunca dejaba escuchar a
los comentaristas. Solía interrumpir jugadas claves con frases no muy
elocuentes como “Seguro que lo erra”, “Mas que Insai es Orsay”, “Hasta yo lo
hacía” o la favorita de todos “Ese pibe es rengo de futuro”. La Oral deportiva era su momento de catarsis y
era entonces cuando profundizaba su discurso sociodeportivo. Asentía con la
cabeza cada frase dictada por los periodistas deportivos para luego desacreditarla con teorías cuasi conspiratorias. Acusaba de corruptos a
todos, a los dirigentes, a los jugadores, a los familiares de los futbolistas,
a los utileros y en especial (y con un ensañamiento mordaz) a los directores
técnicos – Ese está ahí por acomodo, es un inútil. Si yo fuera el técnico, los
echo a todos a la mierda – concluía como en una especie de arenga hacia sí
mismo luego de cada resultado negativo.
“Al fútbol Argentino le falta decencia, dirigentes y
wines.” Lo dijo Paenza, lo citó Sasturain y lo contradijo Mancuello, a las
puteadas por supuesto.
Por Germán Rodriguez.
Tremendo cuento. Buana pasión excelente prosa.
ResponderBorrarTremendo cuento. Buana pasión excelente prosa.
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