Pensar en ella era pensar en sexo.
Era pensar en el fin de los mundos.
En la muerte de buda.
En los ángeles agonizando tras la cómoda.
En las cucarachas corriendo bajo la cama.
En la desesperación de los pobres.
En las paredes despintadas de una iglesia abandonada
al costado de la ruta.
En las sabanas amarillentas colgadas al sol.
En los espejos sucios de un baño de estación.
Pensar en ella era un universo expansivo sobre el
cemento.
Era todas las estrellas fugaces del mundo muriendo
sobre una mesa de billar.
Era las horas perdidas sobre una carretera del caribe.
Era todos los curas del mundo abusando niños.
Era las camisas arrugadas en el fondo de una maleta
olvidada en un hotel barato del centro.
Era los vagabundos pidiendo comida podrida en la
colina.
Era el sudor de un trabajador de ocho años.
Era el llanto de un perro hambriento.
Pensar en ella era algo bueno después de todo.
Y eso era todo lo que podía hacer,
Pensar en ella.
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