Éramos una mezcla imperfecta de contradicciones. De
pasiones encontradas. De miradas sin sentido. Éramos un golpe certero a la mandíbula
y al corazón. Éramos todo lo que no
debíamos ser, lo que no podíamos. Cuando el muro nos separó, cuando los puentes
cayeron decidimos que seriamos libres para volver a traicionarnos como si
aquella metáfora significara algo. Nos quemamos y no nos importó por que las
paredes ya nos habían separado. Ya nada importaba realmente. El tiempo ya había
retrocedido y nos miraba de reojo. Nos escupía recuerdos que ya no viviríamos.
La realidad nos acobardó. Tuvimos miedo de ayudar al destino y nos quebramos.
Morimos mil veces y lloramos otras tantas. Nos hablamos al oído susurrando
tristeza prometiéndonos a nosotros mismos y al absurdo tiempo que algún día, en
algún lugar volveríamos a encontrarnos y
derrumbaríamos, de una vez por todas, nuestros propios mundos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario