Un
destello azul tiñó el mar solo para nosotros. Para que nuestros corazones perversos e indomables puedan iluminarse. Sus ojos, inconsecuentes con su
mirada, reflejaban la violencia con la que nos definiríamos algún día. Sentí el
dolor en sus palabras como un beso en la garganta. Esa noche los sinónimos se acumulaban en mi boca sin dejar palabra alguna que
describa mis sentires. Una mudez digna de un glosario de sensaciones ciegas.
Temblamos juntos de miedo, de vergüenza. Aquella luz nos había cambiado, en un
segundo nos había golpeado de una manera brutalmente real. Ya nada era lo
mismo. Los muelles nos invitaban a saltar, la luna jugaba a ser sol, las palabras se desvanecían
indecorosas. Todo era como debía ser.
Entonces lo hicimos, tomamos el respiro necesario y lo
hicimos. Corrompimos esa pequeña negación consecuente a nuestra juventud,
finalmente fuimos felices.
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