lunes, 6 de febrero de 2017

Carta

Esta carta la esconderé y seguramente nunca la encuentres porque quizás nunca la busques. Echar culpas podría ser lo más fácil de hacer, también podría conjugar un sinfín de preguntas sin respuesta y deplorar volver el tiempo atrás pero no lo haré. Como tú has dicho, es la infausta maduración la que ya dictó nuestra sentencia, perdimos la inocencia con la misma inconsciencia con la que nos enamoramos. Mi prosa se contagia de la tuya a cada renglón, como mi vida se apegó a la tuya en cada momento. En esta especie de cadáver exquisito de despedida sobraran los sentimientos y escasearan las palabras sobre mis indescriptibles sentires. Ante todo, jamás le negaría a nuestra hija la oportunidad de ver a su padre, pero dime tu Víctor, que siempre has sido un experto de la mentira ¿cómo le explico que su papa es un borracho, un trastornado que no piensa más que en mismo?, ¿cómo le describo las noches que te tuve que arrastrar por la escalera hasta la cama para que ella no te vea sumergido en un charco de vómito?
Tal vez mentirnos a nosotros mismos fue nuestra única verdad, la salida más fácil, lo  único realmente verdadero de nuestra relación. Hace tiempo siento un abandono inmerecido propio de un misógino despechado.
 Lo intenté, créeme, realmente lo intenté, voltée mi cabeza para no ver, tapé mis oídos para no escuchar ya que por más que apuñalara  mi corazón no iba a dejar de sentir. Mi único consuelo es tan sólo saber que el dolor es un preparativo para el amor. Y confía, oh Dios mío, mi querido Víctor, confía que este dolor es aún más grande del que tú, algún día, puedas imaginar.
Tengo la certeza de que jamás volveré a sentir como antes de que este amor me desgraciara. Quizás nunca más pueda disfrutar de los ocios del corazón.
La vida ya no era tal junto a ti, mi querido  Víctor.  Eventualmente aprenderemos a desconocernos, casi con la misma naturalidad con la que comenzamos a amarnos. No es tu culpa, ni tampoco la mía, escribimos nuestra historia fuera de tiempo y en un léxico que desconocíamos. Por eso te perdono, aunque jamás lo sepas, yo te perdono y espero que en tu triste nostalgia también puedas perdonarme.

                                                                                                       tu antes querida, Isabel. 

Fragmento de "Participes de lo impune". Mi primer novela.


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