Era
una clara ruptura con el marco teórico del amor. Totalmente atemporal. Memorable.
Ese instante que sabemos, recordaremos y luchamos por pulir cuando está
sucediendo. Una imagen en el tiempo. Clavada. Viva. Una contemplación de
dualidades dispares que sonrojan el orgullo. Un enredo de palabras como estas. Quizás
solo el recuerdo alcance. Tal vez no. Un recuerdo jamás es un buen consuelo. Apenas
una imagen que no es y seguramente nunca fue tampoco, como si hubiese sucedido.
Sus
nombres apenas los recuerdo pero podría decir que nunca los supe. No importa. Él
estaba de rodillas como lo estaría toda su vida. El amor verdadero nunca espera,
se levanta y golpea. Dijo algunas palabras que tampoco recuerdo, y las lágrimas
empezaron a brotar de sus ojos. Ella no respondió.
Su mirada lo hizo por ella. Los segundos pasaban brutalmente reales y ella no respondía.
Creo que realmente nunca lo hará. La
escena perdió sus pequeños gajes de romanticismo. Le sedujo la idea de decir
algunas palabras pero nada parecía oportuno. El aire consumido de resignación entraba
palpable en sus pulmones. Ella dijo sí.
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