domingo, 22 de enero de 2017

Jesus (un tipo común)

Primera Parte

-No te lo voy a repetir dos veces, Damián, baja de ahí, o te bajó yo y  te cago a patadas en el culo.-
 Él es Joaquín lo que no se dice un padre paciente y amoroso. Joaquín es un hombre común, que tiene una casa común, un auto común y pese a que le pese una vida bastante común también.
-Felipe, soltà a tu hermano o te aseguro que del cachetazo que te pongo no te va a reconocer ni tu madre-.
Joaquín pierde los estribos con mucha facilidad. Y cuando se enoja no conoce otro tipo de comunicación que no sea a través de agravios.
 -No ves que sos mentiroso, gordo. Mostrà las veintisiete porque te surto.-
Sus amigos  a veces lo odian y  otras veces lo aman, pero mayormente lo odian.
Sus mayores vicisitudes, no varían de que ropa llevar o a que hotel de Villa Gesell ir a vacacionar.
Un día, incapaz de conciliar el sueño, Joaquín salió a caminar a medianoche. Esa extraña hora donde las cosas se tornan repentinamente más interesantes. Caminò sin sentido por más de una hora. Hasta que a pocas cuadras de su casa, junto a una parada de colectivo, se topó con la fe como quien tropieza con una baldosa floja. Leyó en la esquina donde paraba el 51 un desprolijo cartel adosado a la pared que dictaba lo siguiente:

“El espíritu del señor esta sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados del corazón; a pregonar por  los cautivos y a visitar a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable del señor”.
Una cara sonriente y desprolija ponía final a la proeza de religiosa.

Joaquín tomó el cartel en sus manos y pasándola yema de los dedos por sobre la ya desgastada imprenta. Se dio cuenta que aquella era su letra. En un segundo, sintió que su vida tenía un sentido no tan terrenal. A partir de ese día Joaquín con un uso liberal de adverbios y objeciones empezó a predicar la palabra de Cristo. Creyendo, claro, que era su palabra. Por las mañanas vestía una túnica blanca, una soga por cinturón y una chalina roja sobre el cuello y salía  a dar las buenas nuevas a la gente del barrio. Los vecinos se alarmaron al ver al productor de seguros descalzo hablando con cuanto extraño se le cruzara. Al poco tiempo su esposa lo abandono pero no le importo ya que sabía que su afán, como cualquier acto de nobleza, le depararía penurias. Intentó cambiar su nombre por el de Señor Jesús Cristo de Nazaret  primogénito de la resurrección soberano de los reyes de la tierra y Autor de salvación eterna para todos los que le obedecen. Pero en el registro civil, no lo dejaron por su prolongada extensión. Al poco tiempo del descubrimiento de su verdad, Joaquín empezó a tener sus propios discípulos. Estos eran siete. Carlos, Julián, Chelo, Matías, Gustavo, Tuca y Nitrógeno. Joaquín solía hablarles a sus discípulos con un vocabulario basto y repleto de silogismos ya que de esa forma creía que ejercía algún tipo de superioridad.

- Muchachos, todo es un cuento.  Nuestra milenaria fe se basa en hechos y personajes de dudosa existencia. Las doctrinas que se han levantado durante siglos, esas mismas doctrinas que forjaron nuestra identidad, fueron las responsables de los delitos más graves y de las falacias más grandes. Nuestra liturgia es un invento, un cuento chino anterior a los chinos y quizás anterior a los mismos cuentos. Nuestra fe nos proclama aceptación y es esta misma la que se convierte en un acto de fe. ¿Me siguen?
La fe perdió la guerra contra la razón por no ser exacta y aun así es más fuerte que la exactitud misma. Por eso, la fe es la única ciencia realmente exacta. La fe no proclama error alguno. Es tan solo eso, Fe. Por eso, nosotros los verdaderos profetas de esta religión, seremos  los dioses terrenales que ponderaremos nuestra palabra con actos de extraordinaria magnitud.
Muchachos lo que quiero decir es simple. – Dijo mientras se ponía de pie y abría los brazos -Es muy fácil ser un enviado del señor si podes convertir el vino en agua y hacer ver a un ciego. Así es una pavada. Con milagros somos todos  Jesús. Acá hay que bancarla a mano pelada, sin poderes, ni ayudita divina. Por eso, nos tenemos que poner a laburar, tenemos que aprender a hacer milagros falsos.  


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