¿Existe el karma en el amor? ¿Habrá
justicia en los corazones de los desventurados?
¿Por qué es tan irreal la mentira del
olvido?
Motivemos al amor, al abrazo sin motivo. Creámonos únicos, puros e
irracionales. Fracturemos nuestro corazón una y mil veces, hasta que ya no
importe por qué lo rompimos por primera vez.
Que todo amor sea el primero y que cada
despedida la última.
Seamos inmunes a la tristeza y
voluntariosos en la felicidad.
En cada esquina, a través de cada mirada,
una historia no se cumple, un amor no se completa. ¿Por qué el destino se
empecina en encaminarnos una y otra vez en dirección contraria?
En la que siempre tomaremos la decisión
equivocada y elegiremos errados vez tras vez.
Busquemos argumentos donde no los haya.
Racionalicemos lo imposible para creernos cuerdos.
Aquellos pactos que hemos firmado, esas
condenas a las que fuimos sentenciados sin siquiera saberlo. La eterna tristeza
del efímero recuerdo.
Emborrachemos de vino nuestro corazón y
alimentemos de deseo nuestra alma. Aventurémonos en empresas imposibles, en
tratos incumplibles, en amores incomprensibles.
Enfrentémonos a la tiranía de la normalidad
sabiéndonos perdedores.
Seamos inocentes en todos nuestros delitos.
Creámonos victimarios de nuestros propios victimarios. Inquebrantables
despedazados en mil partes.
Qué elocuencia la del abandono, la de la
soledad.
¿Con cuántas historias tropezaremos antes
de descubrir la verdadera? ¿Existirá, acaso, la historia que nos haga
completamente dichosos?
Pensemos al amor tan sólo como una
sucesión de reemplazos. El intento de cambio constante de sentires, comprendiendo
imposible de romper las cadenas de lo
ausente.
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