jueves, 9 de agosto de 2018

Baila, baila, baila


 Estaba sentada en el cordón leyendo un libro de Murakami, los autos le pasaban cerca pero a ella parecía no importarle. Sus lentes circulares le cubrían gran parte del rostro. Aun así se veía hermosa desde el otro lado de la calle. Me acerqué lentamente pensando demasiado en cada uno de mis pasos. Estiré el paquete de cigarrillos y tomó uno. Me alejé sin decir nada. Necesito una cerveza, pensé. Volteé al llegar a la esquina, y ella seguía sumergida en su libro mientras fumaba. Entré a un bar. - una cerveza - le dije al tipo de la barra. Él tampoco me miró y la apoyó frente mío. Luego de la quinta ronda. Me señaló mientras limpiaba unos vasos.
        -    ¿Una mujer?- preguntó.
-          ¿Acoso los tipos beben por otra razón?
-          Ya encontrara otra, así funciona.
-           Y también la perderé y me sentare en otro bar a beber todas las cervezas que pueda, así funciona.
-          ¿Quiere otra?
-          ¿Mujer o cerveza?
-          Es lo mismo.
Pagué justo y salí. Ella ya no estaba ahí, tampoco Murakami. Encendí un cigarrillo y caminé por el sol. Mierda -pensé- necesito otra cerveza. Entré a otro bar en el que todos parecían estúpidamente felices. No era un buen lugar para un borracho. Ordené una cerveza. La gente a mí alrededor me miraba y yo los miraba a ellos. Tenía una lista en el bolsillo de todas las cosas que tenía que hacer. No quería hacer ninguna. Lavar la ropa, comprar una bombilla. No era suficiente para mí, al menos no hoy. Pedí otra cerveza. La gente ya no se veía tan feliz. Brindé por eso. Volví a la calle, el sol estaba cayendo, se acercaba la mejor parte del día. Llegué a mi casa, abrí la puerta y ahí estaba ella, sentada en el sillón con su libro en la mano - estas borracho - dijo. – Creo que no todavía pero lo estaré en un rato - contestè pisando palabras.
Se levantó, se acercó con su cigarrillo en la boca y me besò. Sonreí. Fue lo más parecido a la felicidad que había sentido en mucho tiempo. - lo siento - susurré - no creo que pueda hacerlo. Me miré demasiadas veces al espejo para saber que no soy la persona que necesitas. Ni siquiera me respondió. Ambos sabíamos que era verdad. Se fue y esta vez era para siempre. Abrí otra cerveza, me acerqué a  la ventana y la vi marchar. Escupí, tiré la botella al otro lado de la calle y pensé que quizás esa noche si pueda escribir algunas líneas decentes.

Por Germán Rodriguez.



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