Llovía
como nunca antes había visto o escuchado llover. Los vendavales de agua chocaban con benevolencia
contra la proa. El cielo se iluminaba a cada rato dejando ver una furia
apocalíptica, y el barco parecía a punto de voltearse a cada minuto. Te
mentiría si no te dijera que había algo hermoso en todo eso. En cierto punto, acogedor.
Quizás porque la lluvia y aquella
violencia desmedida, me recordaban a tu rostro al despedirnos por última
vez. Las gotas cayendo por tu particular nariz. Tu voz a punto de extinguirse,
rugiendo como una tormenta, furiosa por todas tus decepciones de las que yo
también fui parte. Por todos los duelos que no hiciste. Por todas las promesas
que cayeron al suelo. No todos las historias perfectas son para todo la vida,
lo sé, pero la nuestra si era una historia
de esas que encajan pieza a pieza, una de esas historias de las que
todos queremos ser parte y no se cómo todo se derrumbó. No lo sé. Realmente no
lo pude evitar. Solo sucedió. Tan real y brutal como esta tormenta y este barco
volteándose de lado a lado en algún abismo oscuro del Amazonas.
Por German Rodriguez.
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