martes, 20 de febrero de 2018

Hasta que el sol no caiga jamás

Recuerdo que todo sucedió en un lugar alejado. Era carnaval y la alegría inundaba las calles. El cielo se lucia perfectamente celeste y el sol brillaba como si estuviese a punto de desaparecer para siempre.  Su mano apoyada en mi pecho asemejaba todo  a la perfección. Te daré una oportunidad más, dijo y me abrazó riendo. Nuestro mundo estaba hecho de oportunidades desperdiciadas, de caminos incorrectos. Caminamos por la arena blanca, mojando apenas nuestros pies en el agua. Ese momento fue, por así decirlo, infinito. Todo era tenue, como una imagen sin color. El muelle se podía ver a lo lejos y los niños corrían hacia él.   Un hombre vendiendo gorros paso a nuestro lado y nos señaló sonriendo. - ¿Que estamos esperando?,  pensé en ese instante y nada vino a mi mente. Éramos un salto al vacío y los saltos que no damos son lo que recordaremos el resto de nuestras vidas. Por eso te recuerdo y te escribo para decirte que te quiero, por todas las razones equivocadas del mundo, te quiero, como a la lluvia de carnaval, te quiero como  todos los sueños rotos del universo, como a un sol, que en mi corazón no caerá jamás.

Por German Rodriguez.










No hay comentarios.:

Publicar un comentario