Recuerdo
que todo sucedió en un lugar alejado. Era carnaval y la alegría inundaba las
calles. El cielo se lucia perfectamente celeste y el sol brillaba como si estuviese
a punto de desaparecer para siempre. Su
mano apoyada en mi pecho asemejaba todo a la perfección. Te daré una oportunidad más, dijo y me abrazó riendo. Nuestro mundo estaba hecho de oportunidades
desperdiciadas, de caminos incorrectos. Caminamos por la arena blanca, mojando
apenas nuestros pies en el agua. Ese momento fue, por así
decirlo, infinito. Todo era tenue, como una imagen sin color. El muelle se
podía ver a lo lejos y los niños corrían hacia él. Un hombre vendiendo gorros paso a nuestro
lado y nos señaló sonriendo. - ¿Que estamos
esperando?, pensé en ese instante y
nada vino a mi mente. Éramos un salto al vacío y los saltos que no damos son
lo que recordaremos el resto de nuestras vidas. Por eso te recuerdo y te
escribo para decirte que te quiero, por todas las razones equivocadas del
mundo, te quiero, como a la lluvia de carnaval, te quiero como todos los sueños rotos del universo, como a un
sol, que en mi corazón no caerá jamás.
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