La
verdad es que cuando la vi marchar, cuando vi como su cintura se alejaba
sutilmente y desaparecía por aquella calle horrendamente iluminada, supe que se
había ido para siempre, que no importaba que tan fuerte lo intentara, ya no valía la pena. Ella había
matado al amor de una manera tan sutil que no pude darme cuenta a tiempo. Mi
imaginación me lastimaba como nunca lo había hecho. Se regocijaba en mi
sufrimiento. Mi inconsciente me estaba jugando una mala pasada, de las
realmente malas. Mis pensamientos se contradecían tanto que ya no distinguía mi
propia moral. Había caído de nuevo. Pese a todas mis convicciones había caído y
esta vez no estaba seguro de poder
levantarme. Todo se veía tan oscuro y odio admitir que a veces lo sigue pareciendo.
Me tropecé con un destino que no era el mío y creí que lo era. No todos los
caminos llegan a algún lugar ¿sabes? .Esa misma noche suspiré y escupí profundo
algunas de estas palabras. Todavía duelen
cuando las leo. Perdón, sé que he sido
un tonto, lo sé. No debo escribir tanto sobre mí mismo, pero soy un idiota de esos
que aman hasta que les duele, hasta que alguien les mata el amor de la única
manera que el amor puede morir, por la espalda.
Por German Rodriguez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario