domingo, 8 de octubre de 2017

Asesino de recuerdos

Para él solo había un entendimiento de la vida, descargaba su arsenal de frustraciones contra las personas que vivían y pensaban diferente. Un día caminando por el parque me confesò que jamás se había sentido pleno y que constantemente la idea del suicidio le sobrevolaba la cabeza. Tomé su mano por primera vez en casi diez años y no supe que decir, ninguna palabra pasó por mi mente. Caminamos un buen rato. El parque estaba desierto y comenzaba a lloviznar. Sabía que él era un ancla de negatividad en mi vida, aun así no lo podía dejar hundirse solo. Le dije que lo ayudaría pero no le prometí nada porque honestamente no tenía nada que ofrecer. Cuando el teléfono sonó de madrugada  presentí lo peor  - Creo que voy a hacerme daño. Un daño real y me asusta mucho hacerlo. Lo siento, no sabía a quién llamar. – susurró llorando antes de colgar. Esa fue la última vez que alguien hablo con él. Desapareció sin dejar rastro como si jamás hubiese existido.

 Al pasar los años me he preguntado si alguien es capaz de asesinar un recuerdo, porque lo he intentado en mi cabeza miles de veces y sigue sin funcionar. Pero aunque ya no recuerde su rostro con nitidez y, hasta a veces dude de su existencia, él sigue apareciendo por las  noches para recordarme que las voces que se callan son las únicas que realmente escuchamos.

Por German Rodriguez.


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