viernes, 9 de septiembre de 2016

Manuela, la chica que sueña finales

-          Sos un hijo de puta. Basura. Yo que te di todo. Mi vida, mi corazón y vos. Y vos nada. Siempre igual. No te quiero ver nunca más – vociferó Manuela mientras su codo impactaba en el pómulo derecho de Iván, su novio desde la secundaria, que dormía tranquilamente a su lado.

Ese día Iván tomó sus cosas y huyó, sin saber bien por que, hacia la casa de sus padres. El joven estudiante de ingeniería jamás supo  el motivo de aquel abrupto final. En cambio, Manuela lo tenia bien claro. Iván la había engañado y no cabían dudas el respecto.

A los pocos meses, Manuela conoció a un estudiante de abogacía, que parecía el candidato perfecto para compartir el resto de su vida. Buen mozo, sencillo y por si fuera poco, hincha de Laferrere como Manuela. Solían caminar por la costanera de la mano y el hasta  intentó, en vano, enseñarle a rebotar piedras en el oleaje.

-          Basura. Sos una porquería. Eso es lo que sos. Una porquería. Yo  te di mi vida, mi corazón y vos. Y vos te encamas con tu hermanastra. – Dijo Manuela a los gritos, mientras las lágrimas recorrían sus mejillas y su puño colisionaba en las zonas erógenas del futuro abogado que dormía sigilosamente en la esquina del sillón.

Manuela tomó su cartera y corrió despavorida a mitad de la noche hasta su departamento en la calle Libertad.  Jamás volvió a tener noticia de el.

-          ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Como pudiste? Yo te di mi corazón, mi vida y vos. Y vos nada. Nunca nada. Sos lo peor que me pasó en la vida. Una basura, eso sos. – Anunció exaltada mientras su palma abierta golpeaba contra la cara de Dante, su gato Siamés, que rápidamente utilizando sus habilidades felinas trepó al placard para evitar futuros arrebatos. 


Desde entonces, Manuela duerme sola, aunque eventualmente Dante baja del placard para hacerle compañía. 




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