Mientras Fidel
fuma su último habano, esta vez las balsas se llenan y estrellan en el Mediterráneo. La gente ya no huye del
comunismo. Ni busca la última oferta en las playas Miami. Allá las bombas caen
al zon capitalistas, empresarial y satírico de la libertad y la democracia.
Ellos corren por su vida. Esas vidas ciegas que no saldrán en los titulares, ni
en los noticieros. Que no ameritan. No suman. No restan. No cuentan. Por qué
los continentes se segregan y el hombre no es el mismo en ningún lugar. Sus
derechos cambian dependiendo del suelo y el precio sigue siendo el mismo.
Mientras tanto
la alienación genera la opresión de los sin futuro, de los mudos y sordos del sistema que no comulgan las
palabras del capital. Los tontos de la revolución para los cuales el crudo no
es más que un filete sin cocinar. Esa
misma revolución agrietada por el tiempo que duerme en un letargo infinito
esperando que alguna generación de valientes la sepa despertar esgrimiendo los
ideales de los que no pudieron ser. Levantando la bandera de a los que la
historia juzgo mal y lo seguirá haciendo.
Por qué no hay
mejor perdedor que un revolucionario.
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