- Es fácil - dijo mientras pasaba sus manos por mi rostro.
Tenía razón, lo
era y para ser honesto me asustaba un poco que lo fuese. Las palabras me
ahorcaban y tuve que escribirlas para no olvidarlas. Por un segundo todo tenía
sentido. Incluso la navidad y las copas llenas y los llantos de los niños que
esperaban sus regalos. Todo parecía encajar. Ella parecía encajar. Eso también
me daba algo de miedo. Caminamos con los pies descalzos. Era de noche pero la
luna alumbraba como un sol extraviado entre las estrellas. Nuestros dedos se
entrelazaron y por primera vez pude sentir la simpleza de la que me hablaba. La
abrasé como si fuese para siempre. Deseando que lo fuera. Es fácil, susurré
antes de dormir pero ella ya no estaba ahí. La Navidad había terminado. Las
copas estaban vacías y los niños ya no lloraban porque ahora nada volvería a
encajar.
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