El
inconsciente colectivo nos susurra playas, carnaval, morochas exuberantes y
pretos fornidos pero la realidad Brasileña nos da una trompada en la cara y nos
muestra de lleno pobreza, piperos, locura y violencia. Por las noches y no solo
por las noches, las calles desnudan un tercer mundo en caída libre. La gente
escupe a Jesucristo en cada oración y el los escupe a ellos en cada esquina.
Los abriga con cartones, les enciende la pipa y les da de comer como perros en la
plaza. Oremos por eso y por el prójimo, que se cae a pedazos mientras la limosnera
se llena y los evangelistas siguen predicando mierda a los gritos desde
edificios cristalinos al costado de la favela. Aleluya y Fora Temer gritan las paredes y los desahuciados kayasa y macoña
para olvidar la locura. Amen por la policía también que apunta y luego pregunta
como dicen los libros de un estado corrupto y golpista. Porque dios nos ama a
todos, o al menos eso dicen las remeras.
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