viernes, 15 de julio de 2016

Escarlata

-   Abuelaaaaa, abuelaaaa – gritábamos en el bosque con Nacho pero nadie respondía. Así que volvimos a la casa y llamamos a la policía. No queríamos que el Abuelo se enterara, ya estaba demasiado viejo para hacerse mala sangre por semejante cosa. Sabíamos que la ley hace caso omiso a este tipo de denuncias. Volvimos al bosque, ya era casi  medianoche, y a lo lejos pudimos percibir una fogata. Caminamos más de cuarenta minutos para llegar. Podíamos escuchar el eco de nuestras pisadas. Había una persona sentada muy cerquita del fuego. Era la abuela. Tenía una cruz dibujada en la frente. Parecía que se la había hecho con sangre. - Abuela – le dijo Nacho con la voz temblorosa. Ni lo miró. Nosotros la podíamos  ver a través del humo y el fuego. Ella parecía no vernos. Pasaron cinco minutos hasta que  levantó la cabeza y dijo – Escarlata – Lo repitió tres veces y volvió a  bajar la mirada. Sus ojos parecían estar a punto de eyectarse. No había nadie alrededor. No sabíamos que hacer. Hacía mucho frio. Me acerqué y le quise tocar el hombro. Pero se corrió rápidamente como si la hubiese quemado. – ¿Escarlata? – Preguntó con miedo. Por un segundo pensé en decirle la verdad, que Escarlata había muerto hace ya mucho tiempo pero preferí no hacerlo. – Ven conmigo – le susurré al oído y la ayudé a incorporarse. Olía muy mal.  Me dijo que le dolía la espalda y que la sangre de su frente era de un zorro que había encontrado muerto tras un arbusto. Estaba temblando. Apenas vestía un camisón negro y unas medias de lana que le cubrían las rodillas. Le convidé mi campera y salimos lo más rápido que pudimos de allí. En menos de una hora, llegamos al cementerio. Primero pasamos por un panteón que se me hacía extrañamente familiar como un recuerdo perdido de algún sueño de trasnoche. Se veía muy bonito desde afuera. Antes de llegar al centro del cementerio comenzaba a llover y el pasto empezaba  a desprender ese tétrico olor a muerto. La Abuela apuraba el paso. Al llegar se nos adelantó y sacó de por debajo de su entrepierna, el cuerpo sin vida del zorro y con un cuchillo que escondía en su media, corto el cuello del animal y derramó su sangre por sobre la tumba de Escarlata, su primer gato.



Por German Rodriguez.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario